Nos guste o no, ya hemos entrado
en plena campaña electoral, dadas las numerosas y trascendentales citas del año
que viene. Por ello, les aconsejo que, declaración que oigan de un dirigente
político, la tamicen con cuidado para quitar de ella todo lo que sea mensaje,
propaganda, eslogan o argucia electoral. Si con un poco de suerte se quedan con
algo pueden darse con un canto en los dientes, que les alimentará mucho más.
Jugar a sabiendas a esto durante tanto tiempo es realmente cansino, pero es lo
que toca. Es como si las semanas de promoción de perfumes navideños durasen
casi un año, pero sin Charlize Theron, claro.
El que, de momento, ya ha soltado
la más gorda, es el propio Rajoy, que se juega su puesto dentro de once meses,
y empieza a temer que pueda perderlo. El otro hizo unas declaraciones en las
que afirmó
que la crisis, en muchos aspectos, es cosa del pasado. Él sabe que eso no
es cierto, que la crisis sigue y que durará aún mucho, pero si quiere remontar
en votos de aquí a noviembre, pasando por el degolladero municipal de mayo,
debe insistir en el mensaje de que la economía funciona y que la crisis ha
quedado atrás. Siendo objetivos, ¿en qué situación nos encontramos? Pues como
siempre, depende de cómo se mire. Desde la óptica de un gobierno que llegó al
poder a finales de 2011 en medio de la catástrofe, el que las cuentas resistan
es todo un logro que vender, y que en un contexto europeo de estancamiento
España presente tasas de crecimiento superiores al 1% es algo que permite a
nuestros dirigentes sacar pecho. La inflación está en negativo y sigue
mostrando un pulso económico casi plano. Por el lado del desempleo, pese a que
se crea empleo, aunque no de gran calidad, todavía hay millones de españoles en
paro con un horizonte muy negro, y sin perspectivas claras de futuro. Los
niveles de deuda no dejan de crecer y, aunque es cierto que la prima de riesgo
es baja, estamos ya en el 100% del PIB de endeudamiento público. El consumo,
uno de los tractores de la economía, parece que empieza a despertarse en estas
navidades y las ventas de pisos suben desde hace varios meses, pero aún queda
por ver si estos efectos son coyunturales, un rebote o una especie de espejismo
estadístico, dado que venimos de niveles muy bajos tras una caída muy grande, y
desde esos lugares es relativamente fácil conseguir tasas positivas elevadas.
Podemos coger muchas otras variables económicas y nos darán, como ven, signos
mixtos, por lo que es difícil saber dónde nos encontramos. Pero con ese
análisis no se ganan elecciones. Por así decirlo, a Rajoy le “toca” obviar los
riesgos y problemas y vender la recuperación por encima de todo, y a la
oposición le “toca” eludir las cifras buenas y convencer a la población de que
todo va mal. Personalmente estoy enfadado con el gobierno porque, pese a que es
cierto que ha tomado medidas adecuadas, no ha tenido el valor de hacer las
reformas que el país demanda y la crisis requería. No se ha tocado la
estructura administrativa, ni la productiva, ni las bases económicas del país.
Se ha tirado de recetario clásico de recorte donde era más fácil y subida de
impuestos, en vez de apostar por una apertura liberalizadora que permitiera que
nuevos negocios surgieran para relevar a los caídos. No se han removido
estructuras arcaicas, burocracias inútiles ni duplicidades (casi pentalidades)
que obstaculizan el crecimiento y el emprendimiento, y la innovación ha sido
tratada como un coste, más que como la tremenda oportunidad que es.
Y todo ello en el plano nacional.
Rajoy sabe que la economía española depende mucho de lo que suceda fuera, y que
la prima de riesgo la ha bajado él un poco pero, sobre todo, ha sido obra de
Draghi desde el BCE. Si Europa se estanca, malo, o el precio del petróleo sigue
bajando, bueno, es algo que no depende del gobierno y que afectará a su
resultado electoral y a nuestras cuentas. Por ello, en definitiva, no se crean
los mensajes de los políticos en este año que ya se aproxima, lean mucho, infórmense,
calibren las cosas, eviten que su coyuntura, buena o mala, les condicione el juicio,
y frente a campañas y demagogos profesionales, con o sin coleta, usen su propio
juicio y decidan lo que crean mejor.
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