viernes, septiembre 16, 2016

El inesperado éxito de First Dates

El gran éxito televisivo del verano ha sido First Dates, FD, primeras citas, el programa de emparejamiento de Cuatro. Sito en la franja que da acceso a la máxima audiencia nocturna, solapado con los telediarios de La 1 y Antena3 y el programa del Wyoming, FD empezó con el ánimo de suplir a alguna serie que se encontraba de capa caída y, poco a poco, empezó a coger audiencia, sin bajarse del millón de espectadores, y ha acabado siendo el programa de referencia del verano. Sin llegar a cotas disparatadas, marca tendencia y empiezan a surgir proyectos en otras cadenas que lo copias. Eso es tener éxito, que te imiten.

Reconozco que no lo he visto entero en su totalidad, no puedo, pero sí he echado algún que otro vistazo a un formato que tiene su interés en ciertos aspectos, pero que no deja de comercializar con algo tan íntimo como son las relaciones personales y, sobre todo, exhibe a sus protagonistas ante todo el mundo. En el casting previo ellos y ellas mandan sus gustos, preferencias y algunos aspectos de su pasada vida sentimental, y el programa trata de emparejarlos con quien cree que puede haber una posibilidad de relación. El resto es una cerna en un restaurante preparado al efecto en el que se encuentran el resto de parejas de la noche en cuestión. Como en todos los (incomprensibles) programas de telerrealidad parte del éxito se basa en esa preselección de candidatos, y en explotar en lo posible rarezas, extremos y todo aquello que pueda ser chocante y atractivo para una audiencia ávida de personajes que le llamen la atención, lo cual no deja de tener su lógica, dado que el programa, como antes comentaba, se basa en exhibir personalidades ante los ojos de los demás. Ese es uno de los aspectos que más me repele de todos estos espacios y, en particular, de este. Muchos de los que acuden han tenido relaciones en el pasado, o no, pero no les da vergüenza que todos les vean intentando ligar, o conocer, a alguien, delante de las cámaras de televisión, ante las cuales pocos se comportarán de manera natural. En los fracasos sentimentales el dolor generado puede ser muy intenso, quizás el más profundo y duradero de los posibles, y que algunos quieran expurgar ese dolor delante de una cámara es algo que no logro comprender. Hay fragmentos que he presenciado que me recuerdan a mi experiencia personal, aunque no por completo (es la mía una muy particular en este asunto) y me preguntaba al contemplarlo si sería capaz de acudir a un programa de televisión para paliar el daño que poseo, similar al que mostraba esa persona con la que me podía sentir identificado, y algo profundo en mi interior bramaba en contra de esa idea, le parecía horrendo pasearse como un modelo a la vista de todos, mostrando y pregonando características muy íntimas de una persona, aquella, yo, que pocas personas en la vida real conocen. ¿De dónde surge la necesidad de que todos lo sepan? ¿De que todos me vean? Imaginaba por un momento la escena y más que vergüenza o pudor, me entraba un sentimiento de tristeza. Quizás, dirán algunos, todos los caminos son buenos si permiten a alguien paliar sus problemas, en este caso de amor y soledad, y si alguno de los que ha participado en el programa ha conseguido ser feliz en compañía, ha merecido la pena. El argumento de siempre de que si funciona, hazlo. Y ante aquella persona a la que le ha ido bien, jamás podría rebatirle de manera alguna lo que ha hecho. En todo caso, y de manera sincera, le felicitaría por haber logrado arreglar un problema emocional que puede llegar a ser devastador.

Los que me conocen, y que con razón me acusan muchas veces de hablar de cosas de las que poco se por lo vivido, clamarán esta vez al cielo, dado que el tema del amor y la pareja es, probablemente, del que más desconozco en esta vida, y quizás vean mi punto de vista sobre el programa retrógrado, cerril y nada moderno. Y puede que tengan razón, no se lo niego. Pero, para no utilizar el tajante adverbio nunca, veo prácticamente imposible que yo acabe en un programa de ese tipo, o usando algunas de las aplicaciones que hoy en día pueblan las web y nuestros teléfonos, que nos prometen amor, no se muy bien qué nos dan, y que se basan en la soledad, difusa a veces, sideralmente inmensa y fría en ocasiones, en la que vivimos demasiados.

Subo a Elorrio y cojo semana y media de vacaciones. Si todo va bien, el próximo artículo será el Miércoles 27, tras las elecciones vascas y gallegas, y un poco más cerca de las posibles terceras nacionales.

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