miércoles, septiembre 14, 2016

Hillary Clinton, enferma

La imagen es muy reveladora y supone un duro golpe para su campaña electoral a la presidencia de EEUU. Hillary se acerca a su coche de campaña, uno de esos enormes monovolúmenes negros tintados que parecen tanques que tanto abundan en EEUU, tras abandonar el homenaje a las víctimas del 11S tras un oficial “golpe de calor”. Rodeada de guardaespaldas y fieles, la vemos de lejos, de espaldas, titubeante, y a menos de un metro del citado vehículo, se desploma, mareada, y es sujetada entre los, supongo, atribulados que la rodean, impidiendo que caiga al suelo. El círculo de personas se cierra en torno a ella y no vemos más.

¿Cuántos votos le puede costar esta escena a Hillary? Porque esa, y no otra, es la pregunta de fondo que atraviesa todos los actos, gestos y actitudes de los candidatos a las presidenciales. Desde el entorno de Trump se lleva meses criticando a Clinton por todo, y también porque oculta su verdadero estado de salud. Se dice que está mucho peor de lo que ella afirma y que elegirla como presidenta es poner a un enfermo al cargo del país y debilitar la institución, lo cual tiene mérito dicho desde el entorno de alguien mentalmente tan sano como Trump. Lo cierto es que esta escena del 11S ha sido un duro golpe para la campaña demócrata, tanto por la imagen de debilidad transmitida como por la razón parcial que otorga a los argumentos republicanos como, sobre todo, por la sensación de que algo trascendente relacionado con la salud de la candidata se ha ocultado a los votantes. En un par de días Hillary reconocía que le estaban tratando de una neumonía mal curada, y que las pastillas que toma por ello junto al calor habían sido los desencadenantes del mareo y posterior desvanecimiento. Rápida de reflejos, ha admitido que cometió un error al ocultar este asunto, creyendo que no le iba a pasar factura, y se ha comprometido a hacer púbico su historial médico de manera detallada. Esta rectificación de una política anterior basada en el ocultismo es una buena táctica para salvar el problema, aunque deja la duda en el electorado de qué otras cosas se habrán ocultado y que, como el desmayo del 11S, pueden acabar surgiendo en algún momento. La salud de los candidatos presidenciales en EEUU y, en general, en todos los países, es un tema de estado, más cuanto más relevante es la figura que encarna el cargo y mayor son sus atribuciones. Los reyes de sus naciones, tengan poder o sean sólo representativos, generan noticas médicas que son relevantes, y sólo tenemos que acordarnos de los partes que, referidos a la rodilla y a otro tipo de males, eran cada vez más habituales al final del mandato de Juan Carlos I. Este problema de la salud puede ser muy relevante en naciones en las que la presidencia encarna el Poder, con mayúsculas, y los casos más obvios y cercanos son Francia y EEUU, y ambas naciones tienen anécdotas de todo tipo sobre presidentes que, en el ejercicio del cargo, han ocultado su situación médica para que no afectase a su credibilidad. Pudiera parecer algo menor que la salud de un dirigente afectase a sus expectativas de voto y capacidad de ejercer el cargo, pero una enfermedad es vista como síntoma de debilidad en aquel que encarga las virtudes y fortalezas de un país, del “comandante en jefe” como a veces es presentado el Presidente de EEUU. Por ello, sea cierto o no, siempre ofrece una imagen de salud, vitalidad y vigor a prueba de bombas, y una vez dejado el cargo se comprueba si eso es realmente así o no. Pero es condición necesaria para que te voten los electores el que seas tan fuerte y vigoroso como aparentas ser.

Quizás la mejor opción de Hillary para superar este bache es que se ría de su traspiés y que, en algunos de esos shows televisivos que abundan en las noches televisivas, aparezca como una desahuciada en un hospital, a punto de la nada, y que haga muchos chistes sobre ello. El humor, bien utilizado, puede ser un arma muy poderosa para responder. Sobre este tema la serie “El Ala Oeste de la Casa Blanca” en la que aparece todo, también posee una subtrama, que dura varias temporadas, sobre la enfermedad que sufre el ya (ficticio) presidente Bartlett y cómo se afronta el hecho de comunicarla o no, los riesgos que supone para el ejercicio de sus funciones y su posterior campaña para la reelección. Se exponen allí argumentos de todo tipo y que son muy convincentes. No lo duden, dejen de leerme y véanla.

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