martes, septiembre 06, 2016

El populismo avanza en Europa. Perdió Alemania

El único consuelo que le puedo encontrar a la patética situación política española es la deriva a la que se enfrenta una Europa asaltada por los populismos. Hasta final de año tenemos dos citas muy importantes, una cumbre en Bratislava este septiembre, sobre el futuro de la UE tras el Brexit, en la que pintaremos aún menos de lo habitual, y el referéndum constitucional italiano de noviembre, que si fracasa puede hacer caer al gobierno de Renzi. Pero visto el panorama, cada elección que se va a dar en el continente va a ser una lucha sin cuartel contra el populismo, que avanza por todas partes.

El último caso ha sido el de las elecciones regionales en el estado alemán de Mecklemburgo-Pomerania Occidental (nombre sencillo, sí) uno de los más pequeños en tamaño y población del país, sito al norte, encima de Berlín, antiguo territorio del este, que pesa poco a la hora de las elecciones federales, pero que es el lugar de nacimiento de Ángela Merkel, es su terruño, por así decirlo. Allí la CDU de Merkel lleva ganando desde la reunificación, pero el resultado de este domingo no supuso sólo la derrota de esa CDU a manos de los socialdemócratas del SPD, sino su relevo al tercer puesto, dado que también fue superada por Alternativa por Alemania, AfD, el partido de extrema derecha xenófoba, valga la redundancia, que por primera vez logra convertirse en uno de los dos más votados en un territorio. Su discurso, extremista, falaz, populista y vociferante, que tiene a los refugiados en todo momento como objeto de ataque, ha calado en la población del estado que, quizás, haya visto menos refugiados de toda Alemania. Ese discurso del miedo ha calado en una población que vive bien, que no es la que posee más renta de todo el país, pero que tampoco ve “amenazada” su posición por la llegada de inmigrantes al territorio. Simplemente AfD ha sembrado el miedo en unas gentes que siempre están, estamos, dispuestas a temer a lo desconocido, y su táctica ha sido muy exitosa. Frente al 30% de los votos cosechados por el SPD y el 20% de la CDU, AfD logra un excelente y muy preocupante 21%, y se convierte en una alternativa de poder real para el conjunto del país. Desde el recuento de la tarde del domingo son tres, no dos, los partidos que cuentan con opciones de ganar en las elecciones federales alemanas, que son el año que viene, y uno de ellos tiene un programa repleto de basura, demagogia, populismo y ruido. Como se podrán imaginar, la noticia, que era esperada por muchos y temida por casi todos, ha sentado como un jarro de agua congelada en la política alemana y, no es para menos, en la europea. En un momento de dificultades serias para el proyecto de la Unión, de falta de rumbo y alternativas, de presión para que en la referida cumbre de Bratislava surja un impulso político y moral que encarrile una desnortada UE, el creciente peso de los populismos en Alemania y Francia (elecciones presidenciales el año que viene) suponen una amenaza de primer orden, no ya sólo contra el sueño de una Europa Unida, sino simplemente contra la convivencia, la democracia y el estado de derecho en nuestras naciones. Formaciones de este tipo, que crecen en todos los países al calor de los efectos sociales de la crisis (aquí nos ha tocado Podemos) son una fuente de inestabilidad social que aún no alcanzamos a comprender en toda su dimensión. Urge una respuesta unificada, creíble, seria y sólida por parte de la política de verdad, frente a estos movimientos. Si no existe el serio riesgo de que alguno de ellos se haga con poder efectivo en uno de los grandes países, y el panorama entonces será demencial.

Lo repito una y mil veces. Tenemos en frente a unos señores equivocados, creyentes en una fe de odio, miedo y exclusión, con el nacionalismo, el radicalismo, la xenofobia y el intervencionismo por bandera. Equivocados, sí, pero creyentes y combativos. Luchan sin descanso por lograr sus objetivos, y poco a poco avanzan. Y en el bando de los demócratas, mucho ruido, indefinición, discusiones, posturas enfrentadas y ninguna coordinación para salvaguardar las esencias e ideas que hacen de Europa el espacio de libertas y seguridad más grande y complejo del mundo. Si nosotros no luchamos por defender ese ideal, por mal que funcione en la práctica, no esperemos que nuestros enemigos nos ayuden. Hay que responder.

No hay comentarios: