Comparece
ante el Congreso Luis de Guindos esta tarde, a partir de las 17, en un acto que
ha estado precedido por la enorme, y pueril, polémica sobre si debía hacerlo en
pleno o en comisión. Los partidos, todos ellos, se han enredado en un
debate secundario, en el que se sienten muy a gusto, dejando lo relevante orillado.
Y lo relevante es que Guindos, además de lo que tenga que decir de la prórroga
presupuestaria y los objetivos de déficit (que no se cumplirán), explique por
qué se nombró a Soria para un cargo para el que técnicamente estaba capacitado,
pero moral y éticamente no, y el inexistente procedimiento por el que se tomó
esa absurda decisión.
Guindos es un hombre listo, tanto
en lo profesional como en lo político. En medio de la devastadora crisis que
nos ha sacudido ha sabido mantener el tipo y no quedar como el peor parado en
las encuestas, ni mucho menos. No se presenta a las elecciones y no es
militante del PP, consiguiendo así mantener un aura de independiente, que desde
hace tiempo es muy mal vista por sectores influyentes del partido, que lo
consideran un aprovechado y, sobre todo, alguien ajeno a ellos. Se lleva las
glorias del poder pero no las durezas de lograrlo, piensan mucho por lo bajo, y
no tanto. Guindos también ha destacado en estos años por ser un Ministro que ha
dado explicaciones de lo que ha hecho, que ha comparecido tanto ante el
Congreso como ante otros foros a petición ajena y propia, y todas sus
intervenciones, hayan gustado más o menos, o hayan sido convincentes o no, han
dejado un poso de profesionalidad, cosa que es muy escasa, y por tanto valiosa,
en nuestra vida política. La intervención de Bankia, ese Frankenstein que
estuvo a punto de llevarse a todo el país por delante, le obligó a cesar a
quien antaño fuera su jefe, el todo poderoso Rodrigo rato, entonces amado e
idolatrado en el PP. Y Guindos lo hizo. Al destapar el asunto de las tarjetas
black acabó por hundir la imagen del idolatrado superministro Rato y de otros
ilustres miembros del PP, junto a notables del resto de partidos y entidades
participantes en el nefasto consejo de administración de la quebrada Bankia,
como sindicatos, patronales y demás. Guindos, así, se ha ido ganando poco a
poco muchos enemigos que ven como su cabeza puede ser el trofeo que les exige
satisfacer la venganza. Y creo que la mayor parte de los que conspiran contra él
se sientan en los bancos de su propio partido, o más bien el partido del
gobierno al que pertenece. Los rumores, antiguos, de que en caso de desacuerdo
para formar gobierno tras las elecciones se podría ensayar una solución “a lo
Monti” con la imposición de un presidente tecnócrata, con responsabilidades
económicas y poco más, colocó a Guindos en el disparadero de muchos rumores. Era,
junto a la “operación Menina” (el ascenso de Soraya Sáez de Santamaría) la vía
sobre la que más se hablaba para un posible relevo de Rajoy, que es uno de los
obstáculos para poder formar gobierno. Estos rumores daban aún más relevancia
al poder de Guindos, que no parecía querer menos que una supervicepresidencia
económica en un futuro gobierno (debiera haberla habido en el pasado) y, para
no pocos, empezó a ser una figura incómoda. El nombramiento de Soria, absurdo,
defendido con arrojo por guindos y con ardor por Rajoy, se convirtió en apenas
un par de días en el argumento perfecto para golpear las aspiraciones del
inquilino de la planta noble de la torre de Cuzco. Soria presenta su renuncia a
un nombramiento imposible, Rajoy se aparta (sin que esté muy claro si él es el
responsable de la renuncia o no) y los acólitos de Mariano cambian el discurso
en minutos para que sea Guindos, y sólo él, el responsable de esa nefasta
decisión. El olor de la venganza se empieza a notar en muchos pasillos y
despachos.
Por ello, en la comparecencia de
hoy, la oposición acribillará a Guindos, que sabe perfectamente que sus auténticos
oponentes serán los que respondan, y le miren, desde las filas de la bancada
popular. Una escena muy shakesperiana. Y mañana, en un acto en la Fundación
Rafael del Pino, Guindos presentará su libro sobre sus percepciones y
experiencias en estos años de gobierno y el rescate financiero, entre aplausos
y abrazos de muchos de los “suyos”, Rajoy incluido. Y Guindos sabrá que muchos
de los apretones de manos de hoy y mañana serán, en realidad, puñaladas a una
carrera política que, como mínimo, se encuentra en la cuerda floja, víctima del
fuego amigo que, en política, es el más cruel y efectivo.
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