miércoles, diciembre 12, 2018

Atentado en Estrasburgo


El otro día pensaba para mis adentros que mucho tiempo llevábamos sin la desgracia de un atentado terrorista, sin un ataque. Me surgió la idea el viernes por la tarde noche mientras miraba libros para comprar tras haber pasado unos minutos de agobio en el centro de Madrid en medio de la marabunta de gente que llena las calles en Navidad. “No es necesario que pase casi nada para que se desencadene un desastre” pensaba tratando de avanzar entre masas de gente parcialmente ordenadas y bien aprisionadas que a duras penas lograban moverse, alcanzando por momentos la densidad de un fluido viscoso estilo miel. En esos instantes un accidente o una acción mal interpretada bastarían para desencadenar cualquier tipo de desastre, ni les cuento un ataque coordinado.

Ayer por la noche se produjo en Estrasburgo un incidente que, aun en medio de la confusión que aún reina, tiene todos los boletos para ser calificado como ataque terrorista. No he estado nunca en aquella ciudad, pero muchos le adjudican el papel de capital de la Navidad en Francia, por su decoración, su imponente arquitectura medieval y los mercadillos que la llenan de color y gente dispuesta a pasar una tarde deambulando entre sus puestos. Fue en las inmediaciones de uno de esos mercadillos, a eso de las 20 horas, noche cerrada ya pero con las calles llenas de gente, cuando un individuo comenzó a disparar, al parecer con una pistola automática, no con un rifle de asalto, y comenzó el balance de la noche. A estas horas ese balance se sitúa en tres muertos y once heridos, varios ellos de levada gravedad. Al parecer se produjo posteriormente un tiroteo en un barrio cercano, en el que cuerpos de seguridad pudieron herir al atacante, pero no detenerle, y a esta hora lo único que parece seguro es que, en efecto, el sujeto autor de los disparos iniciales sigue sin ser detenido. También parece, según fuentes policiales, que el presunto autor de los disparos estaría identificado, e inmerso en la lista que recoge potenciales autores de atentados, o al menos sujetos peligrosos a seguir. El personaje parece tener veintinueve años y un amplio expediente delictivo tanto en Francia como Alemania, y algunas fuentes señalan que ha podido experimentar un proceso de radicalización en los últimos tiempos, lo que apuntaría a la inspiración yihadista de lo que sería un atentado clásico de este estilo de terroristas. Sin embargo, la habitual lentitud con la que la policía francesa suministra los datos, tratando así de ofrecer información corroborada en todo caso y las dudas e informaciones contradictorias que siempre acompañan a estos sucesos cuando se producen obligan a ser cautos, a informar con tiempo y a no precipitarse. Si estuviéramos ante un atentado, que en este momento parece la hipótesis más probable, sería el primero en Francia tras unos cuantos meses de tranquilidad en ese frente y añadiría nueva presión, aún más, a una sociedad cuyos frentes se multiplican, y a un gobierno que apenas da abasto para contenerlos. El impacto económico de un ataque de este tipo tampoco es despreciable, ni mucho menos, y debe ser añadido a las nefastas consecuencias de las revueltas que están arruinando la economía parisina en la temporada navideña, y que pese a las medidas anunciadas por Macron, pueden volver a repetirse este fin de semana, aumentando así las cancelaciones en una ciudad que vive algunas de sus peores semanas en tiempo. Todo ello puede acabar creando unos daños que minen incluso alguna décima el PIB del país, en un final de ejercicio tan decepcionante como inquietante. La alerta antiterrorista se mantenía alta en Francia pero, para qué negarlo, había una cierta sensación de relax en Europa ante bastantes meses sin ataques, y seguro que no era yo el único que me asombraba, triste que esto sea sorprendente, por el tiempo de tranquilidad en el que llevábamos inmersos. Parece que, tristemente, esa calma se ha roto, y nuevamente ha sido en la castigada Francia el lugar en el que lo ha hecho.

Ayer por la noche Estrasburgo era una ciudad de confusión, miedo e incertidumbre. Al ambientillo navideño se juntaba el que había sesión plenaria en el parlamento europeo, del que la ciudad francesa es sede compartida junto con Bruselas, y las medidas de seguridad que se desataron tras el ataque supusieron la cancelación de los trabajos parlamentarios y el cierre de las instalaciones, reteniendo a los que en ellos estaban para tratar de garantizar su seguridad. Testimonios de parlamentarios, ciudadanos que se encontraban fuera de las instalaciones, políticos que paseaban por la ciudad, o de cualquier otra persona eran relatos de miedo, de no saber, de encontrarse en refugios improvisados junto con desconocidos, compartiendo un temor a lo sucedido sin tener muy claro ni que era ni si los hechos seguían produciéndose. El miedo que siembra el terrorismo apagó la luz navideña de Estrasburgo. Ese ese su maligno poder

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