La
detención la semana pasada en Canadá de Meng Wanzhou supuso un duro golpe
para las bolsas por la sensación de que la guerra comercial entre EEUU y China
se reavivaba, aplacada días antes tras la reunión de los mandatarios de ambos
países en el encuentro del G20 en Argentina. El que el nombre de Wanzhou no nos
suene de nada, así, dicho de golpe, frente a lo que sucedería si nos nombrasen
a Jobs, Zuckerberg, Gates o Musk, demuestra que parte del enorme cambio global
que ha sucedido en el mundo, y que lo ha alterado del todo, es ajeno a nuestra
percepción, con el peligro que ello supone. Meng es la vicepresidenta de
Huawei, hija del dueño y probable heredero del cargo cuando él lo deje. Huawei
es ya el segundo fabricante de móviles de mundo tras Samsung, y es todo un
imperio industrial y tecnológico. Y es chino.
La
excusa para la detención de Meng ha partido de una orden de arresto dictada por
EEUU que se basa en las vinculaciones que Huawei ha tenido con el régimen
iraní. Se acusa a esa empresa de haberse saltado el embargo internacional que
pesaba sobre el país persa hasta hace algunos años, en proceso de ser puesto
nuevamente en marcha por EEUU, y de realizar acuerdos comerciales encubiertos a
espaldas de organismos internacionales. Esto puede ser verdad o no, no sería la
primera empresa acusada de este tipo de prácticas ni será la última, pero en
muchos de esos casos se ha recurrido a sanciones comerciales, o directamente
multas, a las firmas privadas, sin recurrir a aparatosas detenciones en un
tercer país, en este caso el vecino Canadá. Tiene
toda la pinta de que irán, como señala este artículo de Alicia González, es una
excusa, una justificación razonable y fácil de entender por la opinión
pública, especialmente la norteamericana, pero que esconde un asunto mucho más
profundo. Es la guerra comercial que se libra entre los dos países lo que está
de fondo, y si quieren penetrar más en el fondo del asunto, es la lucha por el
liderazgo tecnológico lo que subyace a todo esto. Trump, obsesionado por el
déficit comercial, levanta barreras, aduanas y aranceles sin cesar que no
sirven de nada, para frenar un déficit que no deja de crecer en los EEUU, pero
en el fondo lo que quieren sus asesores (no se si él sabe lo suficiente para
comprender esto) es debilitar tanto el desarrollo tecnológico chino como su
capacidad de hacerse con mercados que le permitan expandir su tecnología y área
de influencia. Si algo ha aprendido EEUU en estos años de dominio imperial es
que no basta con el ejército y los misiles para ser el líder global. En un
mundo hiperconectado el dominio de la tecnología y de los contenidos es lo que
otorga supremacía global y acceso al poder efectivo, el de compra de los
consumidores, el de sentimiento de los países, el del cariño de las masas. En
nuestro día a día usamos tecnologías desarrolladas en su inmensa mayoría en
EEUU y producidas y vendidas por empresas norteamericanas. Internet mismo, que fue un invento del CERN, en Suiza,
es un complejo en el que los EEUU se encuentran en su desarrollo, definición y
funcionamiento desde el primer hasta el último punto en el que nos queramos
situar. Esa primacía tecnológica supone una ventaja en ingresos financieros y
en poder efectivo como no somos capaces de imaginar. Nosotros no, pero los chinos
sí, y se han lanzado a la guerra virtual para desarrollar tecnologías que compitan
y logren vencer al gigante norteamericano. Líder en el desarrollo y extensión de
la 5G, segundo fabricante mundial de dispositivos móviles y con enormes
contactos, podríamos decir que simbiosis, con el gobierno chino, Huawei es una
de esas empresa, como lo son Microsoft o Cisco en EEUU, que posee casi más de
estratégico que de comercial. Es ya uno de los gigantes, dominadores y, ojo,
definidores de su mercado, y hace algo más que sombra a otros fabricantes y
desarrolladores occidentales. Si la rivalidad entre las FAANG (Facebook,
Amazon, Apple, Netflix y Google) y las BAT (BAidu, Ali Baba y Tencent) es más o
menos conocida, Huawei juega a un nivel más profundo, el desarrollo de las
tecnologías sobre las que las otras crean plataformas de negocio.
Así,
golpear a Huawei es una manera de frenar su expansión y debilitar uno de los más
poderosos brazos del gobierno e intereses chinos en el mundo. Quizás por eso la
detención de Ming sea algo mucho más importantes, y como diría Qui-Gon Jim en
el episodio I de Star Wars, hay mucho más que una mera disputa comercial en
todo este asunto. China ya ha respondido oficialmente, protestando ante
organismos internacionales y amenazando a Canadá (¿el Naboo de turno?) de
serias consecuencias si se mantiene el arresto de Meng, que no es una mera
ejecutiva de cuentas, sino alguien muchísimo más importante de lo que ninguno
de nosotros seríamos capaces de imaginar. Esta saga va a tener muchos más
episodios, no lo duden.
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