El
consejo de Ministros que se celebra hoy en Barcelona, los incidentes que
protagonizarán los de la kale borroka versión senny catalán y la reunión previa
de ayer en formato masaje de Sánchez con Torra son la traca final de un año
que, políticamente, ha sido incluso más intenso de lo que se esperaba, dado que
venía con expectativas. Partíamos con un gobierno de Rajoy débil, que dudaba
sobre cuándo presentar los presupuestos al no tener atado el necesario pacto
con el PNV, un pacto en el que el tractor de Aitor empezaba a convertirse en un
auténtico ejército de cosechadoras que recolectaban mies sin fin. Los casos de
corrupción se iban agolpando, o más bien los procesos judiciales asociados a
los mismos, y la letanía nacional se mantenía.
Todo
cambió a finales de mayo. Coincidiendo con el cincuenta aniversario del mayo
del 68 francés, vivimos días de vértigo en el Congreso y, por extensión, en
todo el país. Rajoy consiguió atar, comprar, el apoyo del PNV a sus presupuestos,
y los aprobó, y a los pocos días el PSOE presentó esa moción de censura que ya
es parte de la historia política de España con motivo de una sentencia judicial
en la que se acusaba al PP de ser parte integrante de un entramado corrupto. La
moción, debatida a toda prisa, se presumía fallida, pero para sorpresa de casi
todos, tanto de los perjudicados como de los beneficiados, resultó ser un
éxito, porque el PNV cambió de bando apenas haber cerrado las arcas repletas de
mies, y Sánchez llegó a la Moncloa, desalojando a Rajoy, que pasó una tarde de
jueves de agonía viendo como el poder salía de su cuerpo y se alojaba en uno
nuevo experimentando algo similar a una transfiguración pero en negativo. Desde
entonces algunas cosas, sobre todo de marketing y propaganda, han cambiado,
otras no tanto. Y tenemos a una multitud de presidentes de gobierno, dado que
Pedro Sánchez se ha mostrado como el más hábil para utilizar ese dicho de
“donde dije digo digo Diego” y retractarse unas veces sí, otras o y luego ya
veremos, de cosas que dijo cuando no era presidente, hecho que su
vicepresidenta Carmen Calvo ve como de lo más natural cuando el resto del país
lo contemplamos tanto con preocupación, por el trastorno multipolar que
evidencia Pedro como con sorna, porque hay que tomarse a guasa que a uno le
tomen el pelo de esta manera. El PP, sonado tras la pérdida del poder, realizó
unas primarias para elegir un nuevo jefe y rumbo. Soraya y Cospedal se
despedazaron y Pablo Casado emergió como ganador inesperado, único tras la
renuncia de la primera y la defenestración de la segunda. Seguro de sí mismo,
con ganas de retornar a un pasado supuestamente glorioso que ya no existe,
casado escora el PP poco a poco hacia esa “derecha sin complejos” que le irá
restando votos y escaños, pero que, como pasó en las elecciones andaluzas, le
puede permitir carambolas que le hagan tocar poder cuando menos capacidad tiene
para ejercerlo. Los otros dos partidos, Ciudadanos y Podemos, tampoco salieron
indemnes de la moción de censura. Grogui se quedó Rivera tras el resultado, pero
ha ido rehaciendo el discurso, y la deriva derechosa del PP y los errores del
PSOE le aben margen para crecer por el centro y servir de bisagra múltiple,
aunque su techo parece claro. Podemos, que debiera haber sacado bastante rédito
del resultado de la moción, no deja de caer en las encuestas, ligera pero
constantemente, en gran parte por sus bandazos y el corte mesiánico que su
amado líder Pablo no deja de imponer allá donde vaya, lo que hace que casi cada
día algunos de los que fundaron la formación lo dejen. Las tensiones territoriales
le pasan factura y su apoyo (absurdo de alguien que se dice de izquierdas) a los
nacionalistas le desangra en gran parte del país. Hay una quinta formación,
Vox, que ha emergido con fuerza, y que será clave para pactos en elecciones
futuras. Su presencia es una mala noticia.
Las
perspectivas para el año que viene son de máxima incertidumbre sobre cuándo
tendrán lugar unas elecciones generales cada vez más necesarias, y de muy
incierto pronóstico. Sólo es segura la cita de finales de mayo para europeas,
municipales y gran parte de las autonómicas. Lo que parece también probable es
que 2019 será un año en el que el ciclo económico empezará a ir a la baja con
claridad, o eso apunta el derrumbe de las bolsas que estamos viviendo, y eso añadirá
aún más presión si cabe a la eterna y demagógica disputa de todos contra todos
que vivimos en nuestro día a día, mientras los grandes problemas de futuro siguen
abandonados sin que nadie les preste la atención debida. No espero novedades al
respecto en el año nuevo. ¿Y usted?
Subo
a Elorrio a pasar los días navideños. Si todo va bien, nos leemos el próximo
jueves 3 de enero. Sean muy felices, descansen, abríguense y no coman
demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario