Si no fuera porque el patetismo que suponen, sería hasta cómico observar cómo, casi un año después y con decenas de miles de muertos acumulados, las diferentes autoridades del país se siguen peleando como niños a cuenta de sus errores en la gestión de la pandemia. Por un lado, un Ministerio de Sanidad obsesionado sólo por las elecciones catalanas, con el efecto Illa diluyéndose tras su retraso y el ministro provisional sin haber dimitido aún de su cargo en ejercicio de irresponsabilidad bochornoso. Por otro lado, unas CCAA, todas, que sólo saben quejarse sea cual sea la situación en la que estén, y que ni tienen medios ni competencias ni presupuesto ni capacidad para hacer frente a este desastre.
Decía Simón ayer, en unas declaraciones que eran de chiste, que ve el pico de esta tercera ola ya casi consumado, pero hemos visto a lo largo de estos meses que la capacidad predictiva de este hombre es casi nula. Su palabra se ha devaluado de la misma manera como lo hizo la de los economistas que, en la crisis de 2008, y en todas las que han sido, se han mostrado incapaces de preverla y de afrontarla. No, no estamos en el pico de esta curva. Aún queda por subir. El descontrol de las fiestas navideñas, que debieron ser suspendidas en toda Europa, unido al efecto de la cepa británica, igual de letal pero mucho más contagiosa, está generando un cóctel explosivo en forma de disparo de contagios, de una manera salvaje. A un ritmo que supera los 30.000 diarios de media eso nos llevará a tasas de mortalidad esperadas de 600 personas al día dentro de unas tres semanas, convirtiendo febrero en un camposanto, así de simple. La curva de crecimiento de casos que se observa en España es casi paralela a la que vivió Reino Unido semanas antes de decretar el confinamiento estricto, y tiene esa misma pendiente imposible de sostener. Esa curva de positivos se traslada, a las pocas semanas, a hospitalizaciones y UCIs, saturando el sistema sanitario en días, algo que ya vemos que empieza a suceder en nuestras CCAA. Valencia es un caso claro, con cerca de la mitad de las camas UCI disponibles ya ocupadas por pacientes Covid. Eso no es sostenible, y genera un disparo en la mortalidad derivada del propio coronavirus y, desde luego, en la de otras patologías que dejan de poder ser atendidas al convertirse los hospitales, otra vez, en lugares de guerra. Eso provoca que aunque la mortalidad real del virus pueda situarse algo por encima del 1% los datos reales tiendan al 2%, porque un sistema estresado y sometido a tensión no puede responder como debe, y más tras el desgaste que están sufriendo los profesionales sanitarios. Ellos, en todos los sentidos, se están llevando palizas que el resto no somos capaces ni de imaginar. Moral, mental y físicamente están agotados, desesperados, tanto por las condiciones de trabajo por lo que ven de irresponsabilidad social, política y personal. Ante los datos, ha comenzado una carrera por aumentar la duración de los toques de queda, que se ha convertido en la última batalla política basura de nuestra basura de vida política. Esos toques de queda acabarán ampliándose, pero no será suficiente. En no muchos días tendremos otra batalla de política basura respecto a los confinamientos domiciliarios restringidos, empezando por municipios, zonas, provincias o CCAA en su integridad. Veremos el mismo debate inútil entre pagados de un partido político y otro en función de qué partido de qué administración lo solicite, y así seguiremos perdiendo esfuerzos y tiempo, y cosecharemos más y más muertos que podrían ser evitables. Y todo irá a peor en medio de nuestra necedad. Eso sí, los fanáticos de cada sigla política encantados con su ejercicio de onanismo, el resto, todos los demás, con poco erotismo, pero sí muy jodidos, valga el chiste malo y rudo.
¿Vamos hacia el confinamiento domiciliario nacional? Debiéramos, pero el gobierno central no quiere porque la quiebra del país sería total y ya no hay recursos para sufragarla. Es así de simple, no es tanto un debate entre salud y economía como decidir cuántos muertos soportamos a cambio de no ir a la ruina. La mala gestión de las navidades y la negación constante de la realidad, Simón es el perfecto exponente de lo que es estrellarse una y otra vez contra la curva, han generado un cóctel perfecto y muy peligroso. Mi consejo, pasen de las autoridades, que por el último que se preocupan es por la salud de usted. Si puede, autoconfínese, y si puede, trate de que todos los que le rodean así lo hagan. La vacunación avanza, pero será lenta. Debe ser usted el que vigile por su propia salud. Enciérrese hasta finales de marzo.
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