Si recuerdan, allá por marzo del año pasado, cuando ya estábamos encerrados, se vivieron días de histeria en el mercado de suministros de productos como mascarillas, EPIs, respiradores y demás. Se pagaban al mejor postor delante de las fábricas chinas que los producían o, directamente, sobre la pista del aeropuerto en el que se empezaban a cargar rumbo a un destino, que muchas veces resultaba ser otro. Historias de intermediaros, codicia, necesidad y dinero, mucho mucho dinero, en efectivo, mostrado en maletas y cajas a quienes se lo iban a quedar a cambio de los productos. Varios vuelos de suministro llegaron a España en esas fechas, más de uno que iba a hacerlo no llegó porque, en esa subasta, alguien nos lo quitó. El salvaje oeste.
A escala, y con notables diferencias de forma, parece que está pasando algo similar en el mercado de vacunas, y en este caso quiero recalcar la palabra “parece” porque no tenemos muy claro qué es lo que está pasando. La Comisión Europea firmó acuerdos con varias farmacéuticas para garantizarse el suministro de vacunas, una vez que éstas fueron autorizadas para su uso en el territorio de la UE. Esos contratos, que son secretos, se supone que estipulaban lo que la UE pagaría a las empresas a cambio de cientos de millones de dosis. Esos términos generales fueron publicitados y pregoneados a finales del año pasado y constituyeron un chute de esperanza para toda la población, porque lo único seguro de esta historia es que son esas vacunas las que nos pueden salvar tanto la vida como la sociedad. El proceso de vacunación empezó de manera simbólica la última semana de 2020 y, de manera real, en España tras los reyes, aunque no es descartable que la cola paralela de gorrones que han usurpado su turno se haya vacunado sin descanso desde el primer día hábil. Desde el principio se dijo que las producciones de las vacunas debían funcionar como un reloj para que los suministros previstos se ajustaran a los compromisos firmados, y durante un par de semanas eso pasó, pero desde hade semana y algo las cosas se han torcido. Problemas técnicos en las plantas de las empresas que han reducido el ritmo de fabricación previsto, la polémica sobre si los contratos de la UE se refieren a dosis, pinchazos, o viales, recipiente en el que se contiene la vacuna que permite varias dosis, el número exacto de dosis que esos viales recogen, en función de la jeringuilla que se use… líos de todo tipo, aderezados con unas estadísticas internacionales en las que los países de la UE no destacan precisamente por la velocidad a la que vacunan a su población, mientras que otros, con Israel a la cabeza, poseen unos datos espectaculares. Se han comenzado a filtrar noticias sobre cuánto paga cada país por las dosis, y el hecho de que Israel y otros países de Oriente Medio estén pagando hasta el doble que la UE por el mismo producto ha hecho sospechar a más de uno que las producciones de las fábricas pueden tener un problema técnico, sí, pero que el producto terminado puede que no se esté entregando como es debido a los países europeos porque otras naciones se están quedando con él gracias al sobreprecio que pagan. Si se fijan, de una manera más sibilina, volvemos a encontrarnos con una situación de subasta internacional, de sociedades que demandan el producto de la vacuna ante la crónica y desesperada situación que viven, vivimos, por la pandemia, y un producto, la vacuna, escaso y que posee un valor que va mucho más allá de su precio. Condiciones perfectas para que puedan surgir mercados negros, comisionistas, influencias oscuras y todo tipo de perversiones que dejen convertidos en poca cosa los secretos y publicitados contratos firmados por los países. El que algunas CCAA españolas anuncien que suspenden el proceso de vacunación por falta de dosis, como hicieron ayer Madrid o Cataluña, demuestra que todos estos problemas se transmiten a lo largo de una tensa y complicada cadena que acaba generando un potencial desastre. Con el virus desatado en la tercera ola, un día de retraso en la vacunación es un día ganado por la enfermedad, un día de muertes futuras que no han podido ser evitadas.
Pfizer, Moderna y AstaZeneca, sobre todo esta última, están en el centro de la polémica, y la Comisión Europea está dispuesta, eso afirma, a fiscalizar las exportaciones de estas empresas para contabilizar hasta la última vacuna que sale de las plantas europeas rumbo a naciones no UE y determinar si, realmente, hay un coladero en la producción y los compromisos no se cumplen o qué es lo que está pasando. La polémica con AstraZeneca tiene ribetes aún más ariscos dado que tiene plantas en la UE y en Reino Unido, y es, por así decirlo, la primera gran polémica entre los dos territorios tras el inicio real del Brexit. Más nos vale que todo esto se aclare y que la vacunación coja otra vez ritmo. Sino, la salud y la economía seguirán hundidas en el pozo en el que ahora se encuentran.
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