Estupor y temblores es el título de una de las pequeñas y muy numerosas novelas de la escritora belga Amelie Nothomb, y viene al pelo para describir la sensación que nos deja este mes de enero, al que no le quedan ya muchos días, pero que puede ser capaz de hacer de todo en ellos. Estupor por las noticias internacionales, por el peso de la meteorología, por el desatado devenir de la pandemia, por todo lo que uno pueda ver en las noticias, y temblores metafóricos que se experimentan al sentir la pérdida de control, el miedo ante el avance del virus, el desastre económico que no cesa, la incertidumbre de miles y miles de personas que no saben qué va a ser de sus negocios y vidas. Las novelas de Nothomb siempre tienen toques autobiográficos y reverso sombrío, pero nada de lo que ha escrito se asemeja a todo esto.
Hablaba en el párrafo anterior de temblores figurados, pero es que desde hace unos días en Granada eso no es ninguna sensación, sino la mera descripción de una tierra que se mueve y agita. Varios son los temblores que se llevan produciendo los últimos días en el área cercana a la capital granadina, especialmente en la zona de Santa Fe, y que están siendo percibidos con toda propiedad por los habitantes de la ciudad. Se agolpan como en enjambres, varias sacudidas que se producen en series de seis o siete, acompañados de muchos otros no perceptibles, y luego otra vez la calma. Ayer por la noche se produjo otro evento de este estilo, a lo largo de dos horas, con unos siete temblores de alta intensidad, de hasta cuatro en la escala, que alteraron por completo el sueño y vida de los habitantes de la zona, y un montón de réplicas que no fueron sentidas por la población, pero sí registradas por los instrumentos. Granada es una zona sísmica, de las que más registros generan a lo largo del año en España, siendo el área pirenaica la siguiente, pero a notable distancia. El constante empuje que efectúa la placa africana en su deriva hacia el norte presiona a la placa europea y genera una zona de impacto con un plegamiento bastante visible, como es Sierra Nevada y toda la zona montañosa asociada. A lo largo de la historia no hay constancia de grandes movimientos y enormes destrozos, aunque sí de movimientos significativos y reiterados. De vez en cuando ha sido necesario reparar la Alhambra de grietas y desprendimientos, pero el que siga ahí es una muestra de que en los últimos siglos no se ha producido un terremoto de enorme violencia. De hecho, mirándolo por el lado positivo, el que se produzcan tantas réplicas de intensidad leve moderada es bueno, entendiendo como tal que la energía que se libera en cada uno de esos movimientos no se acumula para el siguiente. En esto de los terremotos es mucho mejor que haya varios medianos que sólo uno que lo libere de todo, por eso en las zonas sísmicas el paso del tiempo sin movimientos no hace sino acumular energía para los siguientes y darles un potencial cada vez más peligroso. Esto, fríamente, es lo que dice la teoría, pero ante la realidad de la sismología estamos inertes, los terremotos y volcanes son caprichosos y pueden actuar cuando les plazca, dejando muy pocas señales antes de que eso ocurra, señales que algunos animales son capaces de detectar con un precioso tiempo de antelación pero que nosotros y nuestra tecnología aún no pueden percibir. Se investiga constantemente la manera de poder predecir terremotos, sobre todo con el objeto de poder alertar a la población para que pueda ponerse a salvo y escapar de posibles derrumbes, pero no nos engañemos, seguimos muy lejos de ese objetivo, y la seguridad activa, ese actuar antes de, sigue en pañales. Se ha avanzado más en seguridad pasiva, para resistir los efectos del sismo una vez sufrido, y de hecho la normativa de construcción en Granda recoge aspectos técnicos que den algo de margen a las estructuras para poder aguantar los movimientos, pero hasta cierto punto.
Ante los temblores de Granada, literalmente, lo único que se puede hacer es esperar y ver. Hace no muchos años vivimos en Lorca la desagradable experiencia de un sismo que causó víctimas mortales y graves daños materiales en la localidad. Tendremos que confiar en la suerte y en el dictamen de los expertos en la materia, que ya están estudiando los movimientos de días pasados, y puedan atisbar qué significan estos movimientos y si se van a producir, en el corto plazo, nuevas réplicas de intensidad. Lo único seguro de esta ciencia es que, donde los ha habido, los habrá, pero el cuándo y de qué intensidad, lo siento, no somos capaces de determinarlo
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