El final de año nos ha traído la, no por menos esperada, relevante noticia del cambio de rumbo en la política monetaria por parte de los bancos centrales, que siguen en ascuas con lo que pasa en los mercados productivos y con la inflación. El guion del año, en sus inicios, estaba claro. Con la inoculación de las vacunas íbamos al fin de la crisis pandémica, a un rebote económico fuerte y a algunas tensiones fruto de ese crecimiento elevado que se diluirían. Los bancos centrales irían al rumbo que marcasen los datos y, a medida que el crecimiento se consolidara, se empezarían a retirar estímulos diseñados en tiempos de excepción, y todo sería bastante suave.
Como dice Mike Thyson, sí, el boxeador, uno sube al ring con una estrategia, recibe un par de guantazos y, seminoqueado, tras el primer asalto busca rehacerse y cambia de estrategia. A lo largo de 2021 la economía real ha noqueado a muchos de los analistas que creían, yo también, que la inflación no iba ser ni tan intensa ni tan duradera. Estamos ahora en el entorno del 5% en España y EEUU, con disparos espectaculares en algunos bienes, como los energéticos, que se filtran a lo largo de toda la cadena productiva, por lo que, como un bosque que gotea mucho después de que haya dejado de llover, los precios no se moderarán en los bienes de consumo si, milagro, esta tarde la energía y todo lo relacionado con la logística se abaratan. Y no va a haber ese milagro. Las tensiones de precios y el nivel de revolución al que se encuentra la economía norteamericana es aún mayor que la nuestra, por lo que ha sido la FED, su banco central, el primero en mover ficha, y anunció el jueves tanto una reducción de sus volúmenes de compra de deuda como un calendario de subidas de tipos de interés que abarca hasta 2024. La idea que quiso transmitir Jerome Powell, su gobernador, es que la entidad estará vigilante, que considera que la economía ya vuela con demasiada fuerza y que es necesario embridar a la inflación. Las autoridades monetarias no quieren, bajo ningún concepto, que los agentes, tanto familias como empresas, sufran un cambio de expectativas con la inflación y consideren que los niveles bajos no van a volver, y cambien sus pautas de consumo, ahorro e inversión, porque eso generaría un bucle inflacionario bastante peligrosos. Al mostrarse activos y estrictos, el mensaje que se lanza es que se dominará a la inflación, que se hará lo posible para manejarla y que el problema no irá a más. Ayer el BCE europeo se sumó a este mensaje, desde la posición de una Europa en la que el ciclo económico, también en auge, está algo retrasado respecto al norteamericano, por lo que la recuperación no es tan vigorosa pero, ay, la inflación es casi igual de intensa. Lagarde, la gobernadora europea, fue más comedida que Powell, y sólo hizo referencia en lo práctico a la reducción de los volúmenes de compra de deuda, pero dijo expresamente que en 2022 no habrá subida de tipos. Todas estas medidas son perjudiciales para economías endeudadas, y más cuanto más se debe, porque provocarán un encarecimiento de los costes de financiación, y naciones como la nuestra, que ha alcanzado tasas de deuda sobre el PIB del 130% gracias al maldito virus pueden encontrarse con un grave problema si los tipos, la prima de riesgo, comienza a escalar. Desde que el virus llegó a nuestras vidas todo, empezando por los ERTEs, se ha financiado con deuda que ha sido comprada, en mercado secundario, por el BCE, que nos ha salvado. Si poco a poco nos tenemos que hacer con la responsabilidad de cubrir deuda y costes la situación financiera de las arcas públicas se estropeará. Y eso lo saben muy bien los actuales desgobernantes y los que aspiran a desgobernar en vez de ellos.
Hay una posibilidad, no menor, de que estas intenciones restrictivas de las autoridades monetarias no se lleven a cabo, y es que ómicron ponga otra vez contra las cuerdas a nuestras economías y las frene, con lo que la demanda caería y con ella los precios. Es decir, que una crisis tenga lugar. De hecho, la propia inflación desatada y el desbarajuste logístico actúan como un gran freno de la recuperación, que pueden llegar a ahogarla. Pero claro, evitar los problemas de una subida de tipos porque tenemos una recaída económica es como aliviarse de bajar peso porque se sufre una gastroenteritis. Lo cierto es que las previsiones para el año que viene se están volviendo muy inciertas y, en el ring, los banqueros centrales golpean a un monstruo de la inflación que les sigue siendo esquivo, al que no consiguen meter un directo y mandarlo a la lona.
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