Más de una vez se ha utilizado la expresión “dedo de Dios” para referirse al efecto del paso de un tornado por un lugar, con esa forma que adopta su destrucción de un trazado en el suelo, como si un gran pico hubiera sido arrastrado sin piedad por un ser gigantesco, destruyendo a su paso y dejando las cosas más o menos intocables a no demasiados metros de distancia. Es un juego de casualidades en el que la fortuna o desgracia son puro azar, en el que los hombres no pintamos nada. Frente a fenómenos adversos como inundaciones o sequías, de amplia extensión y virulencia relativa, véase la crecida del Ebro de estos días, un tornado es una concentración de fuerza y destrucción como no la hay en el mundo meteorológico.
Si uno contempla las imágenes que nos llegan desde Mayfield, al oeste de Kentucky, poco más puede hacer que expresar asombro y pena. La ciudad, de dimensiones modestas, era el típico lugar del interior de EEUU donde nunca pasa nada, con un trazado de estricta cuadrícula de edificios bajos y casitas residenciales con jardín, en el que algunos pabellones industriales y, sobre todo, infraestructuras agrarias, llenaban la zona y servían de sustento y ocupación a sus residentes. Un lugar bastante normal. Ahora mismo la ciudad es reconocible porque las cuadrículas que formaban sus calles siguen estando ahí, pero en las manzanas que esas vías delimitaban, donde se situaban las construcciones, ahora no hay nada. Bueno, mejor dicho, hay montañas de escombros y ruinas, fruto del paso de un tornado colosal que podía haber transcurrido perfectamente por las afueras de la localidad, pero que quiso el maldito azar que no fuera así, y la golpeara de pleno. Todo sucedió durante la noche del viernes al sábado, por lo que apenas hay imágenes del propio tornado más allá de algunos vídeos en los que se intuye una tuba negra que puede apreciarse por el contraste que se produce al descargar rayos en su entorno, poco más hay de los momentos concretos del desastre. Al ser de noche pilló a la mayor parte de la gente en sus casas y los avisos, que llevaban días advirtiendo de la posibilidad de que se desatasen tormentas fuertes, permitieron que muchos encontrasen refugio en sótanos y otros lugares interiores de sus propiedades, pero viendo el nivel de destrucción alcanzado por la tormenta uno se hace a la idea que los balances de muertos y heridos tardarán en concretarse. No creo que haya una sola infraestructura que funcione, y eso incluye a todos los servicios de telefonía e internet, por lo que los desaparecidos tardarán en ser encontrados, sea cual sea su estado, y nada se va a poder hacer para comunicarse con ellos hasta su hallazgo físico. Uno podría pensar que las casas de la zona, mayoritariamente de madera, son frágiles y que no es necesaria una gran tormenta para provocar un desastre similar, pero esa es una impresión errónea. Los vientos que se alcanzan en el entorno de la columna de un tornado superan con facilidad los 300 kilómetros por hora, y la capacidad de succión de la baja en torno a la que giran es capaz de levantar objetos muy pesados. No consta que se hayan dado intensidades de 5 en la escala de Fujta, la que mide este tipo de fenómenos, pero viendo los efectos en las edificaciones, de madera o ladrillo, u observando como coches, camiones o vagones de tren han sido aplastados y arrojados como si de juguetes se tratara la posibilidad de que hayamos estado ante un evento de esa magnitud es posible. Piense usted no sólo el impacto mismo de la columna de aire demoniaca, girando a esa inimaginable velocidad, sino también los escombros arrojados por la misma, despedido a cientos de kilómetros por hora, que actúan como letal metralla contra todo lo que tengan cerca. Nuestros edificios, de cemento y ladrillo, probablemente aguantarían en su estructura, pero los daños serían de un nivel de destrucción prácticamente total en lo que hace a puertas, ventanas, marcos, tejados, alféizares y demás elementos. Por nada del mundo me gustaría que algo así pasase cerca de un piso mío, por nada del mundo.
El tornado de Mayfield, sólo por los daños y víctimas generados, ya ha pasado a la historia, pero además tiene ciertas características que lo hacen especial. Se ha dado en diciembre, lejos de la temporada habitual de tornados, en el mes de menos actividad para estos fenómenos, y se produjo en una tormenta que recorrió en esa noche unos 900 kilómetros, afectando a seis estados, lo que es un registro muy poco usual. Habrá que estudiar a fondo los datos que se tenían en la tarde noche de ese viernes para analizarlo, cosa que ya ha empezado a hacerse, y determinar qué causas estuvieron detrás de este monstruo, causas locales y globales.
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