Fox News es la cadena de televisión de noticias más vista en EEUU, propiedad de Rupert Murdoch, un magnate de edad muy avanzada, que se ha vuelto a casar con una mujer mucho más joven, y que también tiene otros medios como el sensacionalista británico The Sun. El mensaje ideológico de la Fox es claro, contundente, y no exactamente conservador. Es puro Trump. Mezcla el miedo a la presunta decadencia norteamericana y, frente a ello, la salvación que supone el trumpismo, como una alternativa a la corrupta clase política tradicional. Todo ello aderezado de apología de las armas, guiños a Putin y defensa de supuestos valores religiosos.
Murdoch, el dueño, y los presentadores estrella de esta cadena no se creen una palabra de lo que en ella se emite cada día. No son tan tontos como para hacer caso a las proclamas que difunden. Se forran con ellas, pero no las consideran como noticias, o ideas, sino como vulgar basura que les sirve para hacer negocio, que es de lo que se trata. El problema es que a veces exaltas tanto a tu audiencia con las porquerías que le metes que te piden que vayas más allá de lo que deseas y te puedes meter en problemas. Tras las presidenciales de 2020, en las que Biden ganó a Trump, el magnate comenzó una campaña de difamación sobre el resultado electoral, que calentó los ánimos a sus seguidores y los llevó hasta el mismo asalto del Capitolio. Fraude electoral, recuento ilegal de papeletas, máquinas de votación falseadas… día tras día Trump, sus portavoces y seguidores repetían las mismas consignas basura, y la Fox era uno de los mayores altavoces de estos mensajes, absolutamente falsos. Bien, ya saben cómo es EEUU, allí te demandan por menos de nada y te crujen a base de indemnizaciones, y Dominion, una de las principales empresas fabricantes de máquinas electorales, que recogen el voto de los ciudadanos, decidió que estaba harta de oír sandeces sobre las elecciones y sus dispositivos, reunió a sus abogados y presentó una demanda contra Fox News, acusándola de difamación. En ella exigía a la cadena que se retractase de sus declaraciones y que indemnizara al fabricante por los daños que tanta mentira estaba causando en su reputación. El juicio se iba a celebrar en un juzgado de Delaware, creo, pero finalmente no tendrá lugar porque ambas partes han llegado a un acuerdo previo. En este acuerdo Fox reconoce que no dijo toda la verdad, no emitirá comunicados en sus emisiones retractándose de ello, y pagará la disparatada cantidad de 787 millones de dólares al fabricante de las máquinas como compensación por los daños causados. Esta cifra millonaria es superior a la facturación anual de la empresa, y supone un ingreso desorbitante para sus cuentas. El caso ha sido seguido con mucha atención por parte de cadenas y medios de comunicación de todo el mundo, por la relevancia de los actores implicados y por lo que supone de juicio a las consecuencias de las noticias falsas en los medios. Antes de este acuerdo ha ido circulando información en la que algunas estrellas de la cadena admitían en privado que lo que difundían en sus noticias era una patraña, e incluso hay testimonios del propio Murdoch que así lo reconocen. El acuerdo es, de hecho, una asunción de culpabilidad por parte de la cadena y una manera de minimizar los daños que podrían surgir de la exposición continua en un juicio de duración indeterminada y sentencia condenatoria bastante probable. Pagamos una pasta y se acabó, debió pensar Murdoch en su despacho, y bien que ha pagado, pero en el acuerdo con Dominion Fox ha dejado entrever que miente, que manipula, que engaña, que vende como real algo que no lo es, que busca dar a la audiencia no información para que tome sus decisiones, sino mera propaganda de una ideología concreta, aderezada con todas las mentiras posibles para que el mensaje político cale. Fox ha pagado una cantidad enorme para evitar que una sentencia la reconozca como lo que es, no un medio de comunicación, sino una maquinaria de propaganda política.
El caso de Fox es extremo, pero sin ir tan lejos tenemos entre nosotros medios de comunicación de masas, y de públicos bastante más restringidos, que son poco más que cámaras de eco de las directivas de los partidos a los que sirven. La línea entre estar al servicio de una ideología y mentir es más fina de lo que parece, y a sabiendas de que la neutralidad no existe (y ojo a los que la usan como logo, que suelen ser justo lo opuesto) el ciudadano trata de buscar información en un mundo cada vez más complejo y acelerado en unos medios que han dejado la profesionalidad a un lado para volcarse en el ruido alentado por el espectro ideológico al que sirven. Hay pequeñas Fox en nuestro país, y algunas medianas y grandes. Pena que aquí no paguen por lo que manipulan en el día a día.
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