No ha habido sorpresas. Escogiendo el cuarto aniversario del anuncio de su carrera a las presidenciales de 2020, Joe Biden presentó ayer un vídeo en el que confirma que optará a la reelección en los comicios del año que viene, en el noviembre de 2024. En el anuncio basa su campaña en la necesidad de completar el trabajo para el que fue elegido en su momento, una excusa como otra cualquiera a la hora de justificar la decisión, pero que casa si quiere plantear las elecciones como un nuevo filo de navaja entre dos realidades opuestas, el desquiciamiento republicano y la serenidad demócrata. Es probable que, con permiso de la evolución económica y geopolítica, este vuelva a ser el gran tema de la campaña futura.
¿Hace bien Biden en presentarse? Es una pregunta un tanto estúpida dado que él hará lo que estime oportuno y lo que opinemos el resto poco importa. Parece evidente que, aunque a veces se sobrepone, su edad empieza a ser un problema real. El año que viene, en plena campaña, cumplirá los 82 años, y es cierto que para su edad muestra una actividad elevada, pero también lo es que los fallos que acumula en sus apariciones no dejan de ir a más y que tarde o temprano va a tener un disgusto. Ya es el presidente norteamericano en activo más viejo de la historia y, cada día que ocupe el cargo, ampliará la marca. Los que defienden que la edad de Biden no es un problema argumentan que Trump tiene sólo dos años menos, aunque parezca bastante más joven, y que en el fondo un enfrentamiento entre ambos no es sino una batalla gerontocrática, sin relevos. Creo que, en el fondo, y como punto más importante, Biden se presenta como descarte porque la profunda división en la que vive el partido demócrata le incapacita para nombrar a un candidato alternativo. Una mayoría de los votantes norteamericanos, de ambos partidos, no quieren que se presenten a la elección ninguno de los dos líderes, pero no tienen nada claro quién desean como candidato. El rechazo a Biden entre los demócratas es amplio, y la división en el partido no hace más que crecer, pero mantener el poder es el pegamento más efectivo para que las costuras no salten. Si Biden anunciara su retirada los demócratas debieran escoger a un nuevo líder, y es probable que en la disputa de ese proceso destruyeran sus opciones de victoria. Desde el extremismo woke al pragmatismo global, el partido está completamente fracturado, de una manera distinta a la del republicanismo clásico, pero igualmente lesiva, y la presencia de Biden es el mal menor que puede permitir a la marca mantener opciones de llegar al poder. La previsible nominación de Trump por el republicanismo es otro motivo para que Biden se presente, porque al menos puede presumir de haberle derrotado una vez, cosa que el resto de jerarcas demócratas no pueden hacer. Si las cosas siguen como parecen veremos el año que viene una extraña reedición del duelo de 2020, con los mismos personajes, y con un país cada vez más fragmentado y polarizado, con tensiones enquistadas que no se arreglan y otras que afloran, y una falta de liderazgo interno y externo que empieza a hacer mella en la imagen global de la primera potencia mundial. Biden fue una solución de compromiso para tratar de tamponar el desastre que supuso Trump, pero ha sido incapaz de salvar los consensos sociales mínimos que unan a la nación. El buen resultado de las elecciones de medio término del año pasado fue un espaldarazo a la gestión de la administración Biden, y un revolcón para los trumpistas, que cometieron el típico error de vender expectativas muy elevadas y así convertir en derrota aparente lo que fue una victoria pírrica. Seguramente el día después de ese recuento electoral decidió el bueno de Joe lanzarse. Con el mensaje de ayer se inaugura la carrera electoral más cara, espectacular y reñida de todas, la de la presidencia de EEUU.
Una breve nota sobre Kamala Harris. Revalidada ayer en el vídeo de Biden como ticket electoral, presentada en su momento como relevo de Joe y gran esperanza demócrata, Harris ha resultado ser uno de los mayores fracasos políticos que se recuerdan en los últimos tiempos. Incapaz de desarrollar iniciativas, ausente, tóxica para su equipo, se ha convertido en un lastre de nulo enganche electoral y que, probablemente, no sería capaz de ganar las elecciones a su comunidad de vecinos. El bluf de Harris demuestra la ausencia de cantera demócrata y la soledad en la que Biden se mueve. La dependencia del partido de una figura tan frágil es, como mínimo, inquietante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario