Ayer, tras los años de pandemia y la granizada del pasado, se pudo celebrar en plenitud el día del libro en Barcelona, y en el resto del país. Millones de ejemplares y rosas se vendieron, generado una altísima facturación, y llenando algo los corazones de la gente, porque me acusarán de ñoño, pero me parece insuperable que se regalen flores y libros, que son bellos y útiles, historias que ayudan a sobrellevar el día a día y, como dice Garci de las películas, otorgan una vida más, te permiten vivir otra vida además de la que tienes, de la que no puedes escapar si no es a través de páginas escritas.
En las ventas de ayer debieron triunfar como siempre novelas de todo tipo, seguro que dominadas por el omnipresente género negro, y en el mundo del ensayo arrasaría la temática de autoayuda que, desde hace un tiempo, domina los escaparates de todas las librerías. Las editoriales son listas, viven de vender, y saben que muchos de nosotros estamos atribulados, tensos, sumidos en problemas y con angustias, y han descubierto que pueden forrarse vendiendo supuestos recetarios de ayuda envueltos en cobertura de filosofía y bienestar. La moda de este tipo de textos comenzó ya hace unos años en EEUU, dónde si no, pero ha explotado por completo entre nosotros con una cantera de escritores patrios que se están haciendo de oro. ¿Qué venden? Poco más que nada. Sea cual sea el título y temática escogida, la receta es la misma. La vida es lo que tú deseas que sea, si quieres puedes, se optimista, ante todo, y sonríe sin cesar ante los males que puedan surgir. Si aderezamos esto con unos toques de filosofía clásica, ahora se ha puesto de moda el estoicismo, y le echamos el típico barniz de sabiduría oriental que nunca puede faltar para otorgar un halo de trascendencia a todo tenemos el producto perfecto, el maravilloso caramelo envuelto en celofán brillante que acude presto a endulzar las vidas de quienes tienen amargor de sobra. Ahora que no me oye (o lee) nadie, les diré que todo esto es una monumental estafa que no soluciona ninguno de los problemas que dice abordar. Los problemas son ciertos, pero estos escritos no van a solucionarlos de manera alguna. Es más, son contraproducentes, aumentan el problema ¿Por qué? Por la manía absurda que domina nuestra infantil sociedad de asociar la voluntad de hacer las cosas con el éxito a la hora de lograrlas. Querer que pase algo y actuar en esa dirección puede ayudar a conseguir un objetivo (o no) pero en ningún caso es garantía de que eso suceda, y el que muchos pongan todo su empeño en algo y no lo consigan se puede convertir en una inmensa fuente de frustración añadida cuando el fracaso llegue y los que lo han cosechado se pregunten el por qué, si le han puesto todas las ganas del mundo. Sólo uno queda primero en una carrera, por mucho que todos hayan entrenado con todas sus fuerzas, métodos y planificaciones. Si el objetivo es desarrollar la carrera habrá más satisfechos que si el ansia era ganar, pero el deseo de lograrlo debe estar unido a un gran sacrificio, a una disciplina, a una dedicación enormes, y aun así las garantías de que el objetivo logrado se alcance no existen. No. Y mucho menos cuando ese objetivo no depende en exclusiva de nosotros, sino de fuerzas o personas ajenas. Luchar contra la enfermedad es algo que se reitera mucho, pero superar un cáncer depende, sobre todo, de la pericia médica, de la eficacia del tratamiento y de la carga genética que llevemos en nuestro cuerpo, todo ello muy poco dependiente de las ganas que tengamos de que el cáncer remita. Se está llegando al absurdo, a la indecencia, de acusar a muchos de no conseguir lo que buscan porque no lo desean con la fuerza suficiente, todo ello dicho por vendedores de crecepelos de autoayuda forrados que saben hasta qué punto es falsa la receta que dispensan, tanto como crecientes son sus ingresos.
En momentos de angustia, las personas se agarran a todo lo que puedan ver como una tabla de salvación, lo sea o no, y los vendedores de tablas falsas hacen su agosto en esos momentos. Pareciera que la autoayuda se ha convertido en la nueva oración, en una especie de recurso al pensamiento mágico para que, una vez que hemos acabado con el Dios religioso, el dios que somos cada uno de nosotros nos conceda lo deseamos. Es puro chamanismo envuelto en modernidades que le otorgan prestigio, y réditos. Que estos títulos arrasen en venta es el síntoma de un problema, no encierran la solución de ninguno salvo, claro, el saldo monetario de quienes los escriben y venden.
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