El domingo por la tarde la OPEP, con el impulso de Arabia Saudí detrás de todas sus decisiones, acordó reducir la oferta de petróleo en el mercado en un rango de entre medio millón y el millón y medio de barriles diarios, Esto provocó un disparo en los futuros del crudo en la noche del domingo al lunes y un balance de subida del precio en los mercados este lunes de cerca del 6%. Esta decisión beneficia a los países productores, también a Rusia, y nos perjudica a los consumidores, y supone una nueva fuente de inflación que permitirá que los precios no se moderen a la velocidad que muchos prevén y todos deseamos. Para nosotros, es un golpe bajo.
Lo más interesante de esta medida no es tanto los efectos económicos de la misma, que existen, y serios, como lo que supone como nuevo hito en el proceso de reconfiguración del poder global en el mundo. Es muy sintomático que Arabia Saudí lleve a cabo un movimiento en contra de quien ha sido su socio fundamental desde la creación del reino que lleva el apellido de la gobernante familia Saud; EEUU. Nada se hacía allí sin el beneplácito de Washington, y la satrapía que reina de manera feudal en Rihad trabajaba al servicio de occidente sirviendo como regulador de los precios, dado que es uno de los mayores productores del mundo y a menores costes de extracción. De un tiempo a esta parte las relaciones entre la regencia saudí, encabezada por el joven y arriesgado príncipe MBS y EEUU han tomado derroteros no vistos, con desencuentros y sensación de ruptura. El fiasco de las intervenciones norteamericanas en Irak y Afganistán, además de la cada vez más creciente autonomía energética del gigante americano gracias al fracking le han permitido ir desvinculándose de una zona en la que antes todo lo controlaba y cada vez menos quiere pintar. Por su parte los saudíes han dado rienda suelta a su propia política de alianzas estratégicas y al uso de sus ingentes recursos financieros para posicionarse en el mapa y no actuar como subsidiarios de la potencia occidental. La llegada de China como un socio comercial ávido de los productos energéticos y para nada interesado en inmiscuirse en la manera en la que la dictadura saudí rige su territorio ha sido vista por muchas capitales, y desde luego también por Rihad, como el mejor de los mundos posibles. Alguien que me lo va a comprar todo y que ve el mundo como lo veo yo, y no me suelta discursos sobre libertades, democracia y otras tonterías por el estilo. El pacto suscrito hace pocas semanas por parte de los saudíes e Irán, enemigos acérrimos en lo estratégico y religioso, fue un notición, y ahí estaba, en medio de ellos, el muñidor del acuerdo, un alto cargo diplomático chino, que aparece muy sonriente, porque de ambos Beijing va a sacar rédito. El papel de EEUU en la zona no es que vaya a ser suplantado por China, es que ya lo está siendo, delante de nuestras narices. El tejer una red de alianzas con otros es una manera de fortalecer tu posición y de lograr objetivos que, por ti mismo, no serías capaz. Eso lo entienden los niños en los patios de colegio y también las cancillerías de las naciones (no, Iglesias y los de sectas como las suyas no) y así se organizan acuerdos globales de uno u otro signo que conforman el mundo en el que vivimos, sustentados en una gran fortaleza, país o área, en torno a la que se dispone el resto. EEUU ha sido el que ha detentado la hegemonía global en el siglo XX, especialmente tras el final de la IIGM, y hemos crecido y vivido en un mundo regido desde Washington, a veces de una manera muy directa, otras de forma sibilina pero efectiva, y en todo caso con la necesidad de que todo lo que sucediera fuese favorable para los intereses norteamericanos. Esto, que es lógico desde su punto de vista, ha hecho que el resto nos amoldemos, y para las naciones de Europa occidental, perdedoras de la guerra y sus colonias, empequeñecidas, ha sido un acuerdo sencillo de llevar a la práctica dada nuestra posición menor. Nos hemos beneficiado del imperio americano, sujetos a sus servidumbres, como no podía ser de otra manera.
Ahora, lentamente, las cosas empiezan a cambiar. EEUU no está en declive en sentido estricto, pero China sí sigue en auge y tiene claras algunas ideas sobre qué tipo de mundo desea, y cómo llevarlo a cabo. Terceras naciones se ven obligadas a escoger bando en un proceso de polarización global que se está acentuando rápidamente y que a los europeos no nos va a venir bien, porque, como mínimo, vamos a dejar de estar en el bando que siempre ganaba. La subida del precio del crudo es un recordatorio de que el mundo, cada vez, es menos occidental, o mejor dicho, deja de estar al servicio de occidente. Esto se nos complica, y encarece. Y no va a ser fácil.
Subo a Elorrio a pasar los festivos, y me cojo el lunes y martes. Si no pasa nada raro, nos leemos en una semana, el miércoles 12
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