La imagen de ayer puede resultar un poco confusa, pero así fue. Tras dar la sensación de que la nave había perdido el control, y empezaba a dar giros y cabeceos inesperados a unos 30 kilómetros de altura, los sistemas de autodestrucción se dispararon desde el centro de control de la misión y el StarShip estalló en el aire. Y una ovación de júbilo y aplausos se extendió entre los empleados de SpaceX, la empresa que lo ha construido y desarrollado, en lo que parecía la celebración del fin de la misión, o quizás el cumplimiento de algunas de las metas buscadas. En todo caso, escuchar aplausos mientras los restos caían se hacía raro.
Elon Musk, el millonario de moda, dueño de Tesla, Twitter y SpaceX, había puesto las expectativas muy bajas y creía que lograr despegar desde la torre de lanzamiento de Bocachica, Texas, ya era un éxito, y eso lo hizo perfectamente. La nave es una evolución de los sistemas Falcon que funcionan como un reloj a la hora de lanzar satélites y ser recuperados, lo que ha reventado ese mercado y convertido a SpaceX en el contratista necesario. El sistema StarShip se compone de dos partes. Una primera fase, cohete propulsor, un enorme cilindro de más de sesenta metros de altura que es, esencialmente, un depósito de oxígeno y metano líquidos, que sirven para alimentar la más de treintena de motores raptors que se ponen en marcha para levantar el conjunto. Esa fase debiera perder su sentido a unos 50 kilómetros de altura y ser capaz de volver a tierra para ser reutilizada, como sus hermanitos los Falcon. Sobre ella se sitúa la nave StarShip (sí, sí, es un lío, la nave y el conjunto nave mas fase de ascenso se llaman igual) que es lo que debiera, con sus propios motores, alcanzar la órbita terrestre y poder llegar a hacer misiones lunares y lo que fuera. Esa nave también es reutilizable, y está cubierta con losetas térmicas hexagonales para permitirle una reentrada en la atmósfera tras su misión espacial, técnica ya utilizada en el antiguo transbordador espacial. El conjunto mide algo más de 110 metros de altura, superior por poco a los míticos Apollo lunares, y desarrolla en su lanzamiento una potencia superior a cualquier cohete que haya existido nunca, SaturnoV incluido. Es un monstruo enorme, el mayor cohete jamás construido, y de ahí que la expectativa por todo lo que ha sido su desarrollo y este primer vuelo haya sido máxima. El plan para esta primera misión era modesto, pero intenso. Si todo salía bien el sistema se elevaría hasta los 50 kilómetros de altura, donde se separarían las fases. No se intentaría recuperar la primera y la nave, sin llegar a orbitar, acabaría estrellándose en las aguas del Pacífico sin haber completado un giro al planeta. Una especie de misión de demostración de la capacidad del lanzador y del planeo de reentrada de la nave, y primera prueba integrada de todas las piezas, sometidas a la máxima tensión de un despegue, el momento más peligroso, el que requiere más potencia y en el que el combustible lo llena todo y cualquier fallo puede ser explosivo. Si hacemos balance entre lo que se buscaba y lo conseguido, ¿la misión ha sido exitosa? Pues ya ven que hay argumentos para todo. Sí se ha demostrado que el conjunto lanzador nave puede despegar e intentar desarrollar su camino orbital, pero desde el principio se pudo ver que algunos de los motores del lanzador no se pusieron en marcha, lo que supone ya un desequilibrio en las fuerzas de empuje y el inicio de problemas para mantener la trayectoria prevista. La tecnología actual permite reorientar y modular la alimentación de los cohetes para que los empujes de unos y otros (o sus ausencias) se compensen y la trayectoria buscada se mantenga, pero todo tiene un límite y quizás lo que se pude ver ayer es que manejar ese enjambre de motores resulta mucho más complicado de lo que las simulaciones indicaban. Eso sí, el despegue de la torre fue tan apoteósico como se nos dijo que sería.
El equipo de SpaceX tiene mucho trabajo por delante, tanto para seguir construyendo propulsores y naves como para aprender de la prueba y corregir errores. Lanzar un cohete es un juego difícil y peligrosos, y que salga normalmente bien es algo a lo que no debiéramos acostumbrarnos. Cuando SpaceX dijo que sus cohetes Falcon serían recuperables a muchos les entró la risa, más cuando los primeros intentos se saldaron con fracasos estrepitosos. Ahora el sistema de recuperación de lanzadores ha logrado que algunos de ellos sean reutilizados hasta en diez ocasiones, dejando a todos asombrados y habiendo derrumbado el precio del lanzamiento. ¿Lograrán que StarShip llegue a la Luna y vuelva? Desde luego van a seguir intentándolo, y saben lo que tienen entre manos.
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