lunes, abril 17, 2023

Error energético alemán

Alemania es el líder de Europa, nada se puede hacer sin su consentimiento, y lo que ella determina nos condiciona a todos. La guerra de Ucrania ha puesto sobre la mesa una gran cantidad de errores estratégicos que los distintos gobiernos alemanes ha cometido a lo largo de los años en lo que hace a su relación con Rusia. Algunos comprensibles, otros no tantos. El de supeditar la energía del país a la barata y accesible fuente de gas ruso es uno de los más graves y de los que más aristas presenta (¿qué político no vende a sus ciudadanos un suministro asequible y seguro de energía?) y la guerra ha roto por completo esta fuente.

Este fin de semana el gobierno alemán ha cerrado las tres últimas centrales nucleares que funcionaban en el país, en una decisión que llevaba planificada desde hace tiempo, que contaba con partidarios y detractores, pero que la actual guerra y la ruptura de relaciones con Rusia ha convertido en un absoluto disparate, un error monumental. Tras el accidente de Fukushima, que no fue nuclear ni causó apenas víctimas, el gobierno de Angela Merkel decidió prescindir de la energía nuclear en su país y anunció un calendario de cierre de centrales, que fue aplaudido por las organizaciones ecologistas. El miedo a los residuos y a los accidentes superaba por mucho a la evidencia de que las nucleares ya construidas eran una fuente de energía segura y libre por completo de emisiones de CO2, en un momento en el que la lucha contra estas emisiones ya estaba en el ambiente de todo debate político y económico. El dogma antinuclear venció a la razón y el gobierno alemán fue apagando reactores poco a poco, a sabiendas de que de algún lado tenía que sacar la electricidad que esas centrales dejaban de aportar. La instalación de molinos eólicos y paneles solares ha avanzado con fuerza en aquella nación, pero la natural intermitencia que se asocia a estas fuentes obligaba a tener instalaciones de respaldo cuando, sin sol o sin viento, nada aportan. Para eso estaba el barato y seguro gas ruso, que fluía sin cesar por el Nord Stream 1 y que, en breve, también lo haría por el 2. Imbricado hasta las trancas en las estructuras de poder alemanas, Gazprom y otras empresas paraestatales rusas habían conseguido que los políticos germanos firmasen todos los acuerdos y contratos posibles para que el gas de los Urales fuera la fuente principal de energía de la industria y hogares germanos. Por su parte, los gobiernos que han pasado por Berlín ha mantenido una postura, que tiene cierta lógica, basada en la teoría de que dos socios comerciales que se necesitan no se enemistarán, porque ambos pierden. Cuanto más me abrace al oso menos probable es que me arañe con sus zarpas. Eso ha funcionado hasta que Putin lanzó sus tanques contra Ucrania y todo el equilibrio europeo se fue al garete. Carente de centrales de regasificación, Alemania ha conseguido abrir la primera para poder usar gas natural licuado, pero evidentemente no da para suplir la oferta que venía de Rusia. Para sobrellevar el invierno, el gobierno germano ha contado con la suerte de unas temperaturas no muy frías y un desvío de todo el gas del que pudiera disponer para destinarlos al abastecimiento de hogares y empresas, sin dedicar una sola molécula a la producción eléctrica. ¿Cómo se ha cubierto entonces la producción de electricidad? En parte con importaciones desde terceros países, en parte con las nucleares que seguían en marcha y, sobre todo, por encima de todo, con carbón, un recurso que sigue siendo muy abundante en suelo germano. Alemania suple sus necesidades de electricidad quemando carbón, con una tasa de emisión de CO2 mucho más alta que la del gas y, por supuesto, infinita si la comparamos con la nuclear. Sólo este hecho hubiera bastado para que el gobierno de Sholtz rectificase y decidiera no cerrar las nucleares que quedaban aún en marcha, pero no ha sido así. Incapaz de corregir una decisión errónea, que el tiempo ha convertido en estúpida, el apagón nuclear ya es una realidad en Alemania.

Desde ayer mismo el consumo de carbón del país ha crecido en un 2% más o menos, con lo que sus emisiones también lo harán, y en bruto, porque aparecen nuevas donde antes, directamente, no existían. Ecológica, estratégica, política, industrialmente… como quieran ustedes verlo, es una decisión absurda y tan equivocada que produce sonrojo, pero no dejes que la falsa demagogia ecologista te ciegue, deben pensar algunos políticos. El cartel de la nuclear cerrada esconde una producción mucho más sucia. Era triste ver como ayer la decisión alemana era respaldada por los ecologistas franceses, nación que produce unos tres cuartos de su electricidad con nucleares. La capacidad europea para el suicidio estratégico no tiene límites.

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