Ayer aterrizó en Madrid un avión militar que traía de vuelta a un pequeño grupo de españoles, junto con personas de otras nacionalidades, que han podido ser sacados de Sudán en una compleja y peligrosa operación. Eso ha incluido un odiséico viaje en coche desde la capital Jartum, hasta la costa de Djibuti, donde se ha podido fletar el vuelo, y de ahí para casa. Son varios los convoyes occidentales que han sufrido ataques durante ese viaje en carretera que busca huir del país sudanés, y al menos consta un grupo de franceses con heridos entre ellos durante una de las refriegas. Afortunadamente, los que aterrizaron ayer aquí ya están sanos y salvos.
Sudán es un enorme y depauperado país en el que la violencia reina sin control desde hace demasiado tiempo. Sometido a una junta militar a lo largo de muchos años, durante la cual se desarrolló la cruel guerra de Darfur, territorio situado al suroeste del país y fronterizo con Chad, donde se cometieron todo tipo de atrocidades y genocidios, el último trauma del país fue la guerra interna que acabó con la creación de Sudán del Sur, nuevo país que supuso el desgajamiento del extremo inferior de la geografía originaria de la nación. La ancestral dictadura sudanesa cayó tras una revuelta popular, no sin la inevitable dosis de violencia y represión, y parecía que el país podía optar por un rumbo optimista, convulso y complicado, pero con la esperanza de alcanzar un régimen de libertades y estabilidad política. No fue así. Un nuevo golpe militar encumbró a un general hace pocos años y desde entonces rige el país, que apenas ocupa un espacio en los informativos globales. Si ahora nos fijamos en él se debe a que se ha producido un golpe que trata de derribar al golpista en el poder. No estamos, ni mucho menos, ante un movimiento social ni nada por el estilo, sino a una lucha de generales por el poder. Por un lado, el que rige el país en la actualidad, que responde al nombre de Abdelfatah Al Burhan y, por otro, el que durante un tiempo fue su vicepresidente, Mohamed Hamdan Dagalo, apodado Hemedti. Este último es el líder de una facción militar llamada Fuerzas de apoyo rápido, RSF en inglés, que se desarrolló e hizo tristemente célebre en la guerra de Darfur. Dagalo se ha convertido en un poder paralelo al de la junta que encabeza el gobierno de Jartum y, por lo que sea, ha decidido que ya basta de ser el segundón en la historia y quiere regir el país. Hace unos días sus tropas realizaron un ataque en toda regla a las infraestructuras e instituciones de Jartum, logrando inutilizar el aeropuerto y amenazando con la toma del palacio presidencial, y desde entonces se libran combates entre ambas facciones militares en la capital y otras localidades del país, en lo que es un conflicto abierto que, en el peor de los casos, puede acabar degenerando en una auténtica guerra civil, con territorios controlados por una u otra fuerza militar y recursos nacionales utilizados en la batalla. Una derivada no menor de lo que sucede ahora mismo en Sudán es la presencia de Wagner, la milicia asesina comandada por Gevgeni Prigozhin, el mismo que lidera los combates en Bajmut frente a las tropas ucranianas. Conocida es la presencia de Wagner en África, y la extensión de sus movimientos en zonas como el Sahel. Han llegado informaciones, confusas, pero parece que fiables, de que milicianos de Wagner están apoyando a las fuerzas de RSF, y que la organización habría suministrado armamento de precisión a esas tropas en su intento de hacerse con el poder en Jartum. Es decir, en el mapa global tenemos un nuevo punto caliente que está emergiendo como foco de violencia descontrolada y en el que, oh sorpresa, los paramilitares rusos vuelven a tener una presencia relevante. La colocación de las piezas de esa organización rusa en el tablero africano empieza a ser más que inquietante.
No tengo ni idea de cómo va a evolucionar la situación en Sudán, es un terreno del que poco se. Resulta complicado hacerse una idea de los apoyos reales y las fuerzas que están combatiendo sobre el terreno, pero la posibilidad de que ese país pudiera salir del caos en el que se encuentra sumido desde hace mucho tiempo se antoja nula tras este inicio de hostilidades. La zona sudanesa es un polvorín que estalla cada cierto tiempo, siendo la vecina Etiopía la última que ha vivido una guerra interna a cuenta del conflicto con la región separatista de Tigrai, aún no resuelto. Lo único seguro de esto es que no tardaremos en ver refugiados sudaneses que huyen de su país y llegan al nuestro, y muchos seguirán preguntándose por qué lo hacen
No hay comentarios:
Publicar un comentario