Hoy va a ser uno de esos días de mucho ambiente en Nueva York. La comparecencia de Donald Trump ante la corte de Manhattan que le ha imputado va a suscitar la atención de todo el mundo. Se prevé que el acto sea breve, una lectura de cargos por parte de la acusación y la respuesta de las partes, incluyendo la declaración de inocencia por parte del magnate. No debiera ir la cosa mucho más allá, según dicen los expertos. De hecho el propio Trump tiene previsto volver a las pocas horas a su mansión de Florida, donde ha convocado a los medios para una comparecencia en el horario de máxima audiencia en EEUU. Hoy volverá a ser el centro de todas las atenciones.
Más de un analista ha señalado las coincidencias entre la figura de Trump y Al Capone, no sólo por el perfil de mafioso que ambos encarnan con grandeza, sino porque, también, la justicia logró erosionar sus imperios de manera indirecta, no pudiendo ir contra sus grandes delitos, pero sí usando menores para acorralarlos. Fue el fraude fiscal lo que llevó al delincuente de la prohibición a la cárcel, no los asesinatos que encargó, y es el fraude cometido al desviar del fisco el soborno pagado para comprar el silencio a la mujer con la que se acostó lo que le puede meter en líos al expresidente. Su gran causa delictiva, el aliento a la insurrección contra el Capitolio del 6 de enero de 2021, va a ser difícil que le lleve a la cárcel en la que se merece estar el resto de su vida por golpista, pero este pequeño caso de sexo y sobornos, tan típico de un sujeto como él, le está causando muchos más quebraderos de cabeza de lo que esperaba. Recordemos que en EEUU comprar el silencio de alguien no es delito, pero sí eludir del fisco las transacciones, sean para eso o para cualquier otra cosa, y en el fondo estamos ante una acusación de delito fiscal. El recorrido penal que puede tener es dudoso. Hay quien dice que puede acabar en condena de cárcel y otros que en una multa sin pena de prisión, y es bastante generalizada la opinión de que, aun con el procedimiento abierto, el personaje puede legalmente aspirar a ser reelegido como presidente, pero es obvio que para muchos electores del país Trump pasaría de ser un presunto delincuente a uno con todas las de la ley, por así decirlo, en caso de una condena. ¿Qué supondría esto para sus aspiraciones? Por de pronto le está dando toda la atención mediática del mundo y ha disparado la recaudación de su campaña electoral, lo que suena a absurdo, pero en estos tiempos de populismo todo lo es. Experto en hacerse la víctima, él, que no deja de causarlas, ha encontrado en este caso el argumento perfecto para organizar una campaña contra la justicia, los medios, sus rivales en el partido… todo lo que uno pueda imaginarse. El nivel de toxicidad que desprenden sus comunicados es casi radiactivo, y la potencia mediática de todo lo que le rodea hace que su impacto sea global. Trump se presenta como un perseguido, como alguien débil y honesto al que los poderes tenebrosos desean apartar del camino a la presidencia, que él pretende restaurar en su prestigio, frente a todos los demás, que buscan hundirla. El discurso es completamente falso. Bueno, no sólo falso es pura paranoia, delirio de iluminado, pero encuentra público que lo compra, y no poco. Con una campaña para la candidatura a 2024 ya lanzada que no acababa de despegar, y con rivales serios en su propio partido (De Santis principalmente, aunque no se haya postulado) Trump encuentra ahora el revulsivo que necesita para enardecer a unas masas algo agotadas. En tiempos normales que a un candidato se le pillara en un caso así y se le abriera juicio sería su fin político, pero lamentablemente ya no estamos en tiempos normales, y eso tiene sus consecuencias.
Trump trabaja sin descanso para ahondar la brecha que divide a la sociedad norteamericana no ya sólo entre sus partidarios y seguidores, que también, sino sobre todo entre los que valoran la democracia como un ejercicio regulado y sereno de contrapoderes frente a los que ven las elecciones como plebiscitos que otorgan poder absoluto a los que las ganan y hacer su voluntad tras llegar a la presidencia. Aquí tenemos muchos de esos iluminados, pero sólo nos generan desgracias a los españolitos, que pintamos poco en el mundo. El daño que Trump está haciendo a su país, el más poderoso e influyente del mundo, es enorme, y está por ver si será reversible. De momento, su patético espectáculo no cesa.
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