Ayer tuvo lugar la primera conversación entre Zelensky y el presidente chino Xi Jinping desde que comenzó la guerra de Ucrania. Un encuentro que las fuentes de Kiev llevaban reclamando desde hace tiempo, dado el papel prominente de China en el escenario internacional y que ha sido calificado como constructivo por ambas partes, en el típico lenguaje diplomático que esconde en unas formas dulces el fondo de lo que haya sucedido. China, como socio colaborador del atacante ruso, pretende jugar un papel mediador en la guerra, pero es difícil, por motivos obvios, que la contraparte atacada vea en Beijing un lugar neutral en el que poder emplazar conversaciones.
La actitud de China en esta guerra es, a mi entender, hipócrita e interesada, pero, sobre todo, de aprendizaje. China es, de momento, más deseosa de un mundo de socios con los que comerciar de que de uno sometido a su imperio, por lo que la estabilidad de los terceros países y el orden internacional juegan a su favor. Si los países son estables mediante democracias o sometidos a crueles dictaduras es algo que no le importa lo más mínimo, siempre que se pueda comerciar con ellos y hacer negocios. La guerra ha causado, y lo sigue haciendo, disrupciones en la cadena de suministros y efectos inflacionarios, además de introducir una sombra de inestabilidad y preocupación en todo el mundo, y eso no le beneficia especialmente a China, pero una vez que las hostilidades se han desatado está claro el bando al que apoya Xi. De momento, que conste, sin involucrarse en la parte militar, pero sí con apoyo diplomático sincero y soporte económico, que no es poco. China ve que esta guerra debilita a un socio suyo, Rusia, pero seguro que tiene pensado como acudir a su rescate, ofreciéndole condiciones ventajosas que no podrá rechazar. ¿Planea Beijing que Moscú pase de ser, sobre el papel, un aliado a un vasallo sometido a sus designios? No lo descarten si el deterioro de la economía y el ejército ruso no hacen sino acelerarse a medida que los frentes se enquistan. La UE también se ve lesionada por lo que pasa en el este, y las relaciones con China de las distintas naciones que la conformamos son tan estrechas y necesarias que una de las obsesiones de Beijing es tratar el tema ucraniano no con un interlocutor común, Bruselas, sino con las cancillerías de las naciones europeas, intentando crear una división en su seno que no lograron los británicos con las negociaciones del Brexit. Las últimas declaraciones de Macron tras su estancia en China son un primer éxito de esta política de “divide y vencerás”. Las declaraciones del embajador chino que ha afirmado que la soberanía de las repúblicas que estuvieron en su momento bajo el mandato de la URSS no es real han sido contestadas con fiereza, y no sólo por los representantes de las naciones que vivieron bajo la dictadura soviética, pero esas palabras esconden un pensamiento profundo que permanece en China y que sirve para que terceras naciones, como Brasil o India, sigan manteniendo un apoyo más o menos explícito a la ofensiva de Putin. Lo siguen viendo como un luchador frente a la opresión de occidente, no como el sanguinario imperialista que es. Pudiera parecer absurdo, pero ese discurso ha calado en numerosas naciones, no las más poderosas, pero sí varias de las que poseen recursos y capacidades para ayudar a la vengativa Rusia. China, con su palo y zanahoria, ha creado un grupo de naciones “no alineadas” que se alinean perfectamente bajo los intereses de Beijing y defienden a Rusia, y esa es una de las razones por las que las sanciones que hemos impuesto a Moscú, efectivas, no lo son tanto como debieran. El que compremos gasóleo refinado en India que proviene de crudo ruso vendido a Delhi es una muestra de las redes de apoyo que, soportadas por China, Rusia ha logrado tejer.
Y, quizás por encima de todo, China usa la guerra de Ucrania para aprender sobre táctica militar y rendimiento de las tropas y material de combate. Observa como la estrategia y tecnología rusa no son propias de este tiempo, sino del siglo pasado, ve el desempeño real de las armas de precisión occidentales, y comprueba cómo se desarrollan las ofensivas, analiza el impacto del uso de drones y de la llamada estrategia mosaico, y reevalúa sus planes de conquista sobre Taiwán en función de todo ello. Día a día la inteligencia militar china extrae lecciones de lo que pasa en el terreno, observa los aciertos y fallos, y aprende. Tarde o temprano hará uso de esas lecciones. Y su fuerza crece día a día.
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