Ayer llegó a España el cadáver de Jorge Arnaldo Hernández Seminario, primer soldado español muerto por un ataque directo y premeditado contra el contingente nacional en Afganistán. Peruano de origen, y nacionalizado español, vino aquí para buscar un dinero que llevar a su familia, y ha muerto en la estepa afgana. Curioso y triste viaje. Podría reflexionar sobre el hecho de que, como en EE.UU. sean los inmigrantes los primeros en causar baja en un conflicto militar, cosa de la que se critica mucho a ese país, pero me preocupa más el avispero en el que se está convirtiendo el país de destino, allí a donde llegó Jorge Arnaldo y de donde no fue capaz de volver.
Afganistán se descontrola. Tras al invasión de 2001 – 2002 y un breve periodo de estabilidad, el país (por denominarlo de alguna manera) vuelve a estar dominado por señores de la guerra, tribus y milicias de corte talibán. El gobierno de Kabul es una especie de fantoche que sólo es capaz de controlar la capital y una breve extensión circundante, y las tropas con el escudo de al OTAN que allí se encuentran desplegadas empiezan a convertirse en un cuerpo de interposición entre las distintas facciones, todas ellas de acuerdo den eliminar esos contingentes militares extranjeros. Si el gobierno de Kharzai acaba cayendo el país volverá al caos absoluto y el descontrol, y nuevas milicias terroristas se aposentarán, pudiendo así planificar nuevos ataques occidentales y desestabilizar del todo una zona demasiado peligrosa. Surgen voces cada vez más fuertes que demandan la salida de las tropas española de allí y de, en su conjunto, todas las fuerzas aliadas. Quizás estén movidos por un sentimiento humanitario, pero no podemos caer en ese error. Lo que se debiera hacer es enviar más tropas aún. Contingentes que, si empiezan a salir de Irak, se trasladen a Afganistán lo antes posible, porque si la situación persiste volveremos a ver al mulá Omar enseñoreándose de las calles de Kabul y amenazándonos a nosotros y a su población. No podemos consentirlo.
En cierto modo esto me recuerda un poco a El Señor de los Anillos. En una época anterior a la que relatan las películas, el floreciente reino de Gondor era el encargado de vigilar las murallas de Mordor, encargándose de que la sombra no volviese. Sin embargo, el relax, la despreocupación y la decadencia de los Reyes y Senescales propició que esa labor defensiva no se mantuviese con fuerza y acabase fracasando. El tímido avance de las tropas “aliadas” sobre Dol Guldur no fue capaz de dominar al mal, y éste retorno a su reino, y se volvió a erigir su refugio de Barad-dhûr, y Minas Morgul volvió a manos del averno. No permitamos algo así. No podemos dejar de mirar a Afganistán como nuestro seguro. No debemos perder esta batalla.
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