¿Qué hace uno en una cola? Hace unas semanas se publicó un estudio, que no acabo de encontrar y por eso no lo reverencio, en el que se analizaba el comportamiento de los europeos en las colas. Al parecer los que peor lo pasan son los italianos y británicos, mientras que los españoles son lo que afirman dedicar más tiempo de su espera a ligar, lo que demuestra como está el mercado nacional. No deja de ser este un asunto curioso, porque tarde o temprano a todos nos toca hacer cola, frente a algún organismo o taquilla, por cualquier motivo, a veces el mas obtuso posible.
Por ejemplo, este pasado viernes me tiré dos horas en al cola de al oficina de la Policía de Santa Engracia para renovar el DNI. Resulta que a la vuelta de las vacaciones de Semana Santa la encargada del mostrador de Iberia se dio cuenta de que tenía el DNI caducado desde el 18 de Enero!!! Y yo, claro, no tenía ni idea. Es curioso, pero la de Spanair de la ida no se percató de la fecha. La cuestión es que hay que renovarlo, así que allí me puse en la cola, y estuve gran parte de la tarde del viernes, bajo un agradable sol, pasando las horas y moviéndome poco, porque avanzar avanzaba, pero muy despacio. ¿Y que hice en la cola? Pues para los curiosos de las encuestas no ligué, entre otras cosas porque me toco una compañía ya muy emparejada, tal que matrimonio de jubilados y un futuro matrimonio joven con pinta de bakaladeros. Aproveché para hacer unas doscientas páginas del libro que llevaba encima, que no era de lo más sugestivo del mundo, pero no ocurrió nada significativo, la verdad. Alguna nube amenazadora pasó, y hubiera sido un desastre si se pone a llover, porque estábamos pegados a una tapia sin alero ni protección alguna, pero afortunadamente el cielo dio tregua y se portó muy bien. Tras la cola paseé un poco por los puestos de la glorieta de Bilbao, más que nada para desentumecer las piernas, que estaban ya muy agarrotadas, pero ni anécdotas ni nada, no pasará a la historia de mis colas. Esa historia que todos guardamos sobre aquel día que hicimos una cola enorme, y lo mal que lo pasamos. Recuerdo mucho las de la Expo de 1992, que casi eran de profesionales, y guardo muy mal recuerdo de una en el gobierno militar de Bilbao, para solicitar la prórroga de la mili, que duro casi cinco horas.
Pero la cola más curiosa que he vivido fue hace cuatro años, a las puertas de un cine de Madrid para ver la segunda película de la saga de Harry Potter. Con una acera estrecha, la fila de espera empezó a serpentear hasta que, cogiendo una forma curva, se retorció sobre si misma y se colapsó. Llegó un momento en que tuvo que darse una especie de acuerdo de todos los presentes para hacer una línea recta hacia las siguientes manzanas. Una chica que, junto con su novio esperaba detrás de mí, afirmó que la cola había generado un bucle convergente, y ante esas palabras, viendo la espiral organizada, no pude más que mirarle con admiración y desear que no tuviera novio para decirle lo bonita e inteligente que era su apreciación (y ella misma). Quién sabe si esa vez hubiese ligado en una cola....
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