Para que luego digan que los fines de semana son momentos tranquilos en los que no ocurre nada, y uno no puede hacer otra cosa más que aburrirse en casa viendo la desquiciante programación de la tele. Estaba hoy por la mañana viniendo al trabajo y dudaba sobre que escribir, porque al final hay decenas de cosas y se agolpan. A veces parece que no hay tiempo para todo, y claro, así es imposible profundizar en nada y es sencillo emitir juicios desacertados. Veamos la catarata de cosas interesantes que se agolpan.
Por el lado de la actualidad, tenemos a unos individuos que se reúnen en Baracaldo para hacer un anuncio enorme, consistente en decir lo de siempre y en chantajear un poco más, aderezado con detenciones de unos amigos suyos que no se dedicaban precisamente a organizar excursiones al campo. Tampoco el lado de la policía deja de dar sorpresas, después de que el jefe del cuerpo en el gobierno anterior montase un numerito en el juicio del 11M asegurando que alguien le había dicho algo sobre la vinculación de ETA con los islamistas pero que ahora no puede contar quién era su fuente, confundiendo el tribunal con una teleserie barata de periodistas americanos y dejando en evidencia las flaquezas y debilidades de una teoría extravagante, que tiene muchos adeptos pero menos credibilidad cada día que pasa. Como la realidad ya es bastante confusa, podemos intentar cambiarla, y para eso hay programas infames en la televisión que al grito indisimulado de ¡qué se mueran los feos! prometen la eterna felicidad a base de bisturís, como si fuera necesario tener pechos grandes para ser feliz. Mucho podría decir sobre eso, pero en al tertulia de ayer de No es un día cualquiera lo dijeron todo y tan bien que no hace falta que lo repita. Por el lado personal tampoco me he aburrido estos dos días. Ayer acudí a una exposición de Tintoretto en el Prado que era bella y deliciosa, y que me quitó el mal sabor de boca que me ha dejado el “El libro Negro” de Orhan Pamuk, que la verdad no me ha gustado nada, y ha hecho que tome algunas precauciones con este autor para próximos volúmenes, que aunque se exponen en las tiendas es probable que no adquiera.
Y como acto más curioso del “finde” acudí el sábado, en compañía de una amiga, a un cuentacuentos en Libertad 8, café situado en el centro de Madrid. No era la primera vez que iba a ese lugar y actividad, pero si era la primera vez de mi amiga, y al de un grupo de alicantinos que se emborracharon y nos dieron el espectáculo más de lo debido. Era especialmente patético ver la imagen de una de las integrantes del grupo de beodos, ida completamente, tambaleándose para llegar al baño, y necesitada de compañía, con la típica pose de los borrachos de los tebeos, de ojos idos y sonrisa falsa. Nos lo pasamos muy bien, pero ellos ya no se acordarán de nada. En fin, que no sea por cosas para contar y describir, y algunas me olvido, seguro....
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