Ayer, lunes 23 de Abril, se celebró el día del libro, y con tal motivo se organizó en Madrid la denominada Noche de los libros. Parece haberse puesto de moda en la ciudad eso de las noches de... El año pasado tuvo lugar el primer experimento de la llamada noche blanca, que fue un éxito, y hace pocos meses tuvo lugar la noche de los teatros. Todo sea por hacer cosas y dinamizar la vida social. Pues nada, aproveché al coyuntura, y dispuesto a dar un doloroso sablazo a la cuenta corriente, salí en medio de una noche que anunciaba el verano a experimentar que es eso de comprar a las 23:00.
Y la cosa estuvo animada. Pensaba que no iba a haber demasiada gente, pero no fue así. Colas para pagar y deambular por los pasillos de librerías varias. Acabé en la FNAC, donde el rendimiento de mi tarjeta de socio debe de estar siendo objeto de análisis y estudio, y salí de allí con muchos papeles llenos de letras y muy pocos llenos de números. En la calle había grupos de música tocando, y el calor de al noche animaba a pasear y deambular. No me dio tiempo a pasar por la zona de Bilbao, pero creo que allí también había mucha animación callejera, con puestos y actos lúdicos. La verdad es que al iniciativa es interesante, y más si hace buen tiempo como ha sido el caso. Llegué a casa con mis provisiones para estas próximas semanas y dediqué un buen rato a anotar el día de compra y el lugar en cada uno de ellos, y pensar donde los depositaré cunado los acabe. Cosa que por ahora no es problema, pero a este paso lo va a ser en un futuro no muy lejano. No se si me he convertido en un adicto a esto de los libros, pero bueno, tampoco es una dependencia muy mala. Cara si es, desde luego, y engorrosa a la hora de almacenar, pero esto último, frente a otras opiniones, me produce belleza. Creo que era Umberto Eco quién decía que le encantaba ver estantería forradas de libros, y que pasar las manos por sus lomos era para él una experiencia casi erótica. A mi también me pasa, y es una suerte poder disfrutar tanto del contenido como del soporte.
¿Y de dónde viene esta afición? Probablemente de la infancia, porque son muchas las cosas que deberé agradecer a mi madre, pero una de ellas, y no precisamente la menor, es el haberme inculcado desde pequeñito el placer de leer, bien fueran cuentos de Mortadelo o libros áridos, espesos y gordos, para la edad en la que los cogía. Quizás esos libros, que a veces se quedan olvidados, y abandonados, son la principal, la única puerta que nos queda a los adultos para volver a ser niños, para seguir imaginando mundos, historias y deseos en nuestras oscuras y duras mentes. No desaprovechemos la ocasión de celebrar el día del libro, el día de la imaginación, todos los días de nuestra vida.
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