jueves, julio 05, 2007

Como gestionar la inseguridad

El nuevo Primer Ministro británico, Gordon Brown, ha tenido uno de los peores aterrizajes en el cargo que un dirigente pueda imaginar, repleto de marrones por todas partes. En la única semana que lleva en el cargo se han encontrado dos coches bomba en Londres, se ha estrellado un suicida contra el aeropuerto de Glasgow, se han desactivado varias supuestas bombas por todo el país, se han cerrado de manera alternativa el aeropuerto de Heathrow y, como base de todo esto, parece haberse descubierto una trama formada por islamistas que trabajaban como ... médicos!!! Un escenario de pesadilla.

Y claro, la psicosis corre libre por las calles de Londres y de toda Inglaterra. Las sospechas crecen y todo le mundo mira con recelo a su vecino, y más si lleva bata blanca y fonendoscopio. Si a ello le sumamos el atentado contra turistas españoles en Yemen, parece cundir al sensación de la total inseguridad, de que es mejor no salir a ninguna parte de vacaciones y la visión catastrofista que pregona la fuerza del islamismo radical y el futuro sometimiento de occidente ante su violencia parece ganar adeptos. Sin ánimo de ser un iluso, voy a romper una lanza en contra de esa idea, pero pensando sobre todo en este periodo de vacaciones, en el que las ansias de escapar de la gente crece, y que es el momento de realizar planes que levan meses alojados en las mesillas de noche y en los rincones más perdidos de nuestra memoria. Los habrá que hayan cancelado sus vacaciones, anulado reservas, y cosas así, pero debemos recordar que, como somos occidentales, para los fanáticos de Al Queda somos infieles impíos y desalmados en todas partes. No sólo en el Yemen, sino también e Londres, Nueva York o Madrid. Debemos ser conscientes de que la seguridad absoluta no existe, de que es una falacia pensar que estamos libres de todo riesgo, tanto cuando nos vamos de viaje como cuando estamos en nuestras casas. Por ello, pese a que cada uno es libre de actuar según sus ideas y miedos, creo que la decisión de anular un viaje no deja de ser una renuncia, y en el fondo una victoria para aquellos que se dedican a asesinar o poner bombas. No renunciemos a nuestros planes, por razones similares las que no dejamos de coger el coche de un lugar a otro pese a que cada día mueren varias personas en accidentes. Un atentado no es un accidente (pese a los lapsus de alguno) pero es igualmente imprevisible y, sobre todo, poco puede hacer ante él el ciudadano común. Es también labor de la sociedad dominar sus miedos, y no depender sólo de las acciones o declaraciones de sus gobernantes, y en este sentido la sociedad inglesa, o la española después del 11M, han dado muestras de gran sensatez.

Es cierto que a lo mejor no diría esto si me hubiese tocado cerca alguno de los sucesos descritos. Puede que si, no lo quiera Dios, algún amigo mío hubiese estado en el Yemen y habría sido asesinado, ahora me estaría cagando en Al Queda con juramentos, acordándome de sus familias, y hecho una piltrafa por el dolor y al rabia. Cierto, quizás fuera así, no lo niego, y sí sería una actitud emocionalmente comprensible, pero poco racional. No podemos dejar que Al Queda (o los terroristas locales, que parece que esta vez nos la quieren jugar muy mal) nos condicionen en nuestras vidas. Debemos defender cada uno de nuestros pedazos de libertad, exigiendo al gobierno que actúe firme y democráticamente, pero siendo fuertes como individuos y como sociedad. Ese quizás sea uno de nuestros mayores retos en los próximos años.

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