Si la semana pasada fueron militares, esta vez lo han sido turistas, y en esta especie de cacería de occidentales que se ha organizado últimamente a España le está tocando por todas partes. En las arenas del Yemen, recóndito país sito en el extremo de la península arábiga, repleto de restos arqueológicos tan valiosos como desconocidos, y de paisajes naturales de enorme belleza, según relatan los que allí han estado, pues en ese sitio han muerto asesinados, junto a dos yemeníes, siete compatriotas. Dos guipuzcoanos, cuatro catalanes y una burgalesa. Impresionante cadena de malas noticias la de estos últimos días.
En este caso no va a haber polémica por los inhibidores ni tonterías semejantes. El grupo de turistas viajaba escoltado por el ejército yemení, como estipulan el gobierno de aquel país, y todo estaba en regla, pero ante la irrupción de un coche bomba conducido por un suicida poco se puede hacer. Las imágenes de ayer por la noche revelaban un grado de de destrucción muy alto. Hierros retorcidos por todas partes, a decenas de metros de unas carcasas con ruedas quemadas que asemejaban ser coche, y todo ello en la inmensidad del desierto, en un llano infinito, encima de una línea solitaria de carretera, en medio del vacío. ¿Qué se puede hacer ante un suicida? Quizás la única respuesta posible sea la más aterradora. Nada. Seguridad, escoltas, vigilancia... todos esos dispositivos nos dan una sensación cierta de seguridad, pero como un velo, se puede rasgar fácilmente por obra y (des)gracia de un fanático a quien le espera un paraíso lleno de vírgenes y miel. Y ante esa determinación, esa enorme muestra de valor fanatizado, de poco sirve una escolta militar, como ayer se vio. No creo que fueran a por los turistas por ser españoles, no, sino precisamente porque eran turistas occidentales. Ha querido la desgracia cebarse nuevamente sobre nosotros, pero intuyo que el objetivo que pululaba por las cabezas de estos desalmados no era otro que golpear a occidente, meter miedo a sus turistas, que huyan y así debilitar aún más la economía de un país que no es tan fanático como Bin Laden y el resto de secuaces de esa hidra de miles de cabezas en las que se ha convertido Al Queda desearían. Otro escenario de pesadilla que se hace realidad, otro tarde de sobresalto y lloros.
Pero, consideraciones aparte sobre el motivo y la planificación de un atentado así, pensaba yo ayer en las mentes y ojos de esos turistas, que iban plácidamente de excursión, y que de repente, en segundos, ven como un coche se estampa contar ellos. ¿Llegaron a ser conscientes de que era su fin? ¿se dieron cuenta de que la muerte iba a por ellos? ¿Qué piensa un trabajador del aeropuerto de Glasgow cuando ve que un todoterreno se dirige a impactar contra el edificio? ¿Qué pensaba un empleado de las torres gemelas al ver como un avión se le venía encima? ¿te da tiempo a pensar? ¿te da tiempo a sentir? ¿eres consciente de que todo se va a acabar? ¿de que te van a matar? Espero que nunca lo sepamos.
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