Pues mira, ya es Lunes 27, se acabó la semana de vacaciones. Y como los pronósticos anuncian que a partir de mañana tenemos un simulacro de invierno, quizás para que la meteorología se ponga a tono con la gélida temperatura económica que nos rodea, puedo decir que he pasado en Elorrio una semana otoñal típica, de sol, lluvia, frío y viento sur. Vamos, de todo un poco. Ante el panorama, opté por buscar escenas e imágenes otoñales, que son muy bonitas, y a eso he dedicado la mayor parte de las vacaciones.
El Lunes 20, en compañía de JIA, taciturno y complejo a la par que buen amigo, fui de excursión montañera por los alrededores, con la intención de atravesar un hayedo y sacar fotos de otoño. El paseo, mejor dicho, caminata de varias horas con dureza y posteriores dolores, fue fructífero y divertido, pero menos “otoñal” de lo previsto, porque si bien el hayedo tenía el suelo alfombrado de hojas, y poseía así el encanto de esos bosques cerrados y frondosos, que inevitablemente asociamos a los cuentos de nuestra infancia, los árboles en sí poseían aún la mayor parte de sus hojas en un verde, débil y ya ajado, pero verde. Así, a falta de ver los resultados, lo más interesante y prometedor eran algunos troncos y mojones caídos en el camino, llenos de musgos, líquenes y otros seres vegetales, que tenían un aspecto memorial y antiguo, lleno de belleza y misterio. Todo ello en un día que fue radiante, de toques de viento sur y temperaturas ligeramente por encima de los 20 grados, aunque eso no se nota demasiado cuando uno empieza a ganar altura en el circo de montañas que rodea a Elorrio. E hicimos bien en ir ese día, porque el martes empezó a llover, se tiró así hasta el Miércoles, y en esos días los únicos colores eran los de las luces de los coches, porque la oscuridad era total, y a eso de las 17:00 parecía que ya estaba la noche, allí, y sin el cambio de hora. A partir de ahí el tiempo ha mejorado notablemente, pero se ha quedado frío. Los árboles han perdido más hojas en tres días que en las dos semanas anteriores, y me dedicaba tarde sí y tarde también, a experimentar en el camino de San Agustín para ver que tal quedaba la torre de al iglesia enmarcada en hojas violetas y rojizas. Había gente que me veía cuando hacía el paseo que, seguramente, se preguntaban que diablos estará haciendo este tío, pero yo fui bueno y ni les di mis motivos ni les comenté que estaba ocioso esa semana, que no es bueno dar mucha envidia. Seguramente con el anunciado temporal de esta semana los pequeños árboles sitos junto al paseo, en frente a la iglesia, perderán sus pocas hojas y la estampa será ya irrepetible hasta el año que viene. Si pueden pasar por allí aprovechen y dense un pequeño placer visual.
También hay colores “artificiales” que merecen verse, y en este caso no tan otoñales. El Viernes 24, disfrutando de la inmejorable compañía de mi amiga JCJ, vi la exposición de Sorolla que organiza el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Unos cuadros enormes, preciosos, luminosos, y que como le comenté a ella, seguramente seguirán brillando de noche, cuando se apaguen las luces y las salas se queden vacías. En este caso ni el temporal ni al crisis van a impedir poder gozar de su belleza, ya que están en Bilbao hasta principios de Enero. Aprovechen para verlos, y de paso deleitarse con una ciudad pequeña, adorable y bellísima como es Bilbao.
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