Sinceramente, me da la impresión de que ya hemos caído en el campo de los degenerados, hablando en concreto de la crisis financiera. Si hasta hace unos meses los periódicos analizaban empresas, ratios de solvencia y detalles de balances, intentando buscar agujeros o ponzoña, lo que ahora domina son expresiones como estafa, juego piramidal, engaño, etc. Resulta que al final el mayor competidor de Las Vegas y su industria del juego no estaba en Macao, ni en Shangai, sino en la costa este de los mismos Estados Unidos, en un complejo de oficinas, torres y calles que extienden sus tentáculos por todo el mundo y que, para abreviar, llamamos Wall Street.
El nombre de la semana es Bernard Madoff, un individuo ya mayor, de pelo rizado y canoso, de gafas de pasta y con pinta de ser un tranquilo y apacible ciudadano. Lo más chocante de esta crisis es que su causantes, o al menos los que han trascendido, no tienen pinta de “malos”. No se, uno ve a De Juana o a terroristas islamistas y se los imagina cometiendo fechorías, y resulta que es una tropa de elegantes personajes, de aspecto inmaculado, que seguramente le abrirían las puertas a un viejecita en la boca del metro, los responsables de algunos de los mayores desastres financieros de la historia. El famoso Madoff ahora mismo parece haber causado, el solito, un desfalco próximo a los 50.000 millones de dólares, que pasados a euros es una cifra algo menor, pero igualmente monstruosa. Así, parece que Madoff es el arquetipo de financiero sin escrúpulos, voraz, codicioso, que asesinaría a esa viejecita de la puerta del metro por robarle el importe del abono mensual e invertirlo en opciones o derivados.. pero es también Madoff un reflejo de nuestra cultura, de nuestro modo de actuar y hacer las cosas. No nos engañemos, porque si este personaje ha hecho todos estos desmanes ha sido porque estaba en un posición y poseía unos conocimientos que le permitían hacerlo. Reflexionemos un poco, mirémonos al espejo y digamos en alto cada uno de nosotros si, estando en la posición que regentaba Madoff, con acceso a todo el dinero que pudiésemos imaginar en nuestro mayor sueño, hubiéramos hecho lo mismo o no. Nos hubiésemos dejado llevar por nuestra codicia, afán de lucro y sede de poder, que anida en todos, o los sentimientos éticos o morales nos hubiesen refrenado. Me temo que en público la mayor parte negaríamos la mayor, nos manifestaríamos indignados y lanzaríamos exabruptos contra quienes practican estas oscuras tramas financieras, pero en privado, en nuestra casa, la mayor parte de la humanidad daría uno de sus brazos (o los dos, que con esa pasta te puedes comprar un cuerpo entero) a cambio de “madoffar” nuestra vida, si se me permite el palabro. Madoff puede ser una exageración, una caricatura grotesca y deforme, pero en cierto modo en el interior de cada uno de nosotros anida un personaje así en potencia, capaz de saltar y hacer lo que sea por dinero, y esta crisis es, entre otras cosas, el hundimiento de un sistema corroído por la avaricia de todos nosotros.
Ante este panorama tan desolador parece lógico establecer un sistema de control, supervisión e investigación que impida estos desmanes. Bien, pues ese sistema existe, y en este caso ha fracasado estrepitosamente. Me gustó mucho la frase que pronunció ayer en Madrid el gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, extrañado no de que haya ladrones, como los hay en todas partes, sino de que “la policía” no estuviera al tanto. ¿Dónde estaba el supervisor en este caso? ¿Y los gobiernos, esos que pretenden sacarnos de la crisis, por qué no hicieron su labor de control e inspección en su momento? ¿Se limitaron únicamente a recaudar parte de esos inflados e ilusorios beneficios, sin saber que eran sólo humo? Hay mas Madoffs de lo que parece, e irán apareciendo.....
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