Esta semana hemos tenido la visita, en algunas capitales europeas, no de los pajes reales ni del gordo Papa Noel y sus renos psicodélicos, no sino de otra clase de emisarios, también probablemente de oriente, cargados de muy mala uva, negativos deseos y de toneladas de carbón, pero no del dulce, ni siquiera del de la calefacción. Era carbón contaminante, peligroso y potencialmente explosivo, y es que en el campo del terrorismo internacional hemos llegado al momento de los atentados demo, las amenazas explícitas y la extorsión refinada a un grado difícil de imaginar, pero sumamente efectivo.
Así, el Miércoles se cortó parte de la calle Serrano de Madrid y se organizó un tremendo lío porque la embajada de Estados Unidos, sita en esa calle tan comercial, había recibido un sobre con un polvo blanco, en lo que se sospechaba podía ser un atentado bacteriológico con ántrax o sustancias similares. Tras unas averiguaciones se comprobó que era una falsa alarma, y que el sobre contenía harina de lo más vulgar, pero lo que no ha trascendido tanto a los medios es que ese día fueron varias las embajadas norteamericanas a lo largo del mundo que fueron obsequiadas con ese mismo regalo navideño, de un gusto más que dudoso. Nadie se ha hecho responsable del envío, por el momento, pero sí ha aparecido un nuevo grupo islamista que ha protagonizado un simulacro de atentado en París. En este caso se ha tratado de la colocación de cinco mochilas bomba en unos grandes, céntricos y lujosos grandes almacenes en el centro de la capital francesa. Las mochilas no llevaban detonador, de tal manera que no podían explotar. Se trataba de un “aviso” mediante el cual el grupo terrorista pide la salida de las tropas francesas de Afganistán, y demuestra así la obvia vulnerabilidad que se da en las ciudades modernas, y en aquellos lugares de tránsito abiertos al público y frecuentados por multitudes, imposibles de ser controlados de manera exhaustiva y efectiva. El caso francés me recuerda a esa escena de las películas de mafiosos en las que se envía una cabeza de caballo o un animal muero a la casa del amenazado, o más local y efectivamente, esos casos en los que los etarras han enviado a sus amenazadas víctimas copias de las llaves de su portal o lonja, demostrándoles que les tienen controlados, y que a su pesar ya se han infiltrado en su vida. En ambos casos la amenaza es seria, y las autoridades deben ponerse a trabajar muy seriamente para intentar minimizar los riesgos, que no eludirlos, porque eso es imposible, pero en lo que hace referencia al caso francés un atentado múltiple en París sería un desastre absoluto, no sólo por el número de posibles víctimas, sino por lo que supondría de ataque a una Francia que durante los últimos años se ha situado en unas posiciones poco visibles, o incluso tibias, en lo referente a Oriente Medio, y ay en lo que nos ocupa, en Afganistán. Son las tropas y gobiernos norteamericanos y británicos los que más se están involucrando allí, y más amenazas y atentados han sufrido hasta hora, tanto en el propio Afganistán como en sus propios países. Estaría por ver como reacciona la población parisina ante un hecho semejante.
Sobre el caso madrileño, y el posible escenario de un ataque bacteriológico en una ciudad, es casi mejor no hacer especulaciones, porque la gravedad y consecuencias del mismo, tanto en víctimas, como en pánico social pudieran ser difíciles de controlar. Obama está recibiendo informes sobre posibles graves crisis a las que puede enfrentarse al llegar a la presidencia, y sólo leer los nombres de los problemas pone los pelos de punta. Confiemos en no tener que enfrentarnos a una situación así, pero de la seriedad y el trabajo efectivo de los sistemas de información de nuestros países dependerá que estemos más a resguardo o no de esa amenaza. Lo que más me sorprendió de lo de Serrano es que algunas personas se quejaban por lo “aparatoso” y “peliculero” del espectáculo. Qué feliz vive uno en la ignorancia de ciertas cosas...
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