Ruido, polvo, destrozos, jaleo, tractores arriba y abajo, obreros deambulantes, losas, tuberías, vallas, zanjas, excavadoras chirriantes, apisonadoras, asfalto, piedras diseminadas, baches, sitios donde pisar y hacerse un esguince, pasarelas provisionales, desvíos alternativos, pintura naranja en el suelo, tablones de madera, tuercas, tornillos, andamios, yeso, rodaduras de camiones, carretillas, taladros, picos y palas, ruidos incesantes, martilleos, suciedad, baldosines y placas metálicas de publicidad.
Este es el paisaje de media España. Gracias al Plan E todos los pueblos poseen uno o más barrios asediados por las obras que se desarrollan frenéticamente, sin un fin concreto salvo el de dar trabajo a quienes las realizan. Quizás esa sea la causa de que vayan tan despacio, y de que podamos ver a algunos de los trabajadores día sí y día también mirando al tendido sin trabajar en excesos, quizás porque ellos sean de los primeros en saber de la inutilidad práctica de las obras que realizan y porque están contentos por recibir un ingreso por ello. Una ciudad como Madrid, donde en el emblema del ayuntamiento acabarán poniendo una zanja entre el oso y el madroño, donde habitualmente lo de las obras es un suplicio continuo, se ha convertido este verano en una auténtica vergüenza. Por poner sólo un lugar emblemático, pero créanme que hay donde escoger, Sol y su entorno, que en los siete años que llevo viviendo aquí nunca he conocido sin obras, ha estado completamente vallado. Pasillos de dos metros de ancho donde se arracimaban paseantes y foráneos eran la tarjeta de presentación de una ciudad en permanente estado de reforma. Y así año tras año, y todo para cambiar las losas del suelo por otras de otro modelo, tipo y forma, que seguramente serán arrancadas dentro de un año para poner otras que sean distintas, sirvan para lo mismo, pero que sin duda serán más caras. Por no irnos sólo a grandes ciudades, en Elorrio (les suena el pueblo? Han hecho una pseudorotonda a la entrada, y la llamo así porque está justo a la entrada del pueblo, y de sus cuatro brazos uno de ellos no da a ninguna parte, porque no está hecha la carretera que continua ese cruce. En otro extremo del pueblo llevan dos meses reurbanizando una calle, con molestias enormes para los vecinos, y sin dar un palo al agua durante todo el mes de Agosto, en el que el pueblo se vacía, hay poco tráfico, y las molestias son menores. Sospecho que con al vuelta de septiembre, y las fiestas locales, el caos en la zona de Ibarra será digno de verse. Y así cada uno podría comentar su experiencia en su pueblo ciudad, de obras innecesarias, inútiles, hechas de mala manera y sin planificación, con urgencia, en uno de los mayores ejemplos de derroche de dinero público y de antisostenibilidad (perdón por el palabro) que he visto en mi vida. Ahora que se quiere hacer todo sostenible por ley, y sigo sin saber que quiere decir el gobierno con ese nuevo eslogan de marketing, las vallas del Plan E muestran a las claras lo que ha sido la economía de este país durante años. Obras, obras y más obras, y de esos polvos vienen estos lodos, nunca mejor dicho.
Pero esto no es lo peor. Contaba este Sábado Antonio Muñoz Molina, de manera magistral como siempre, la impresión que le producía volver a su Úbeda natal y encontrársela llena de obras inútiles, sin sentido (las plazas duras de los cojoxxxx en medio de este secarral de país) que lo único que hacen es destrozar un entorno que él conoce desde su infancia y que la avaricia sin fin de ayuntamientos catetos pero ávidos de dinero, políticos irresponsables y constructoras codiciosas han convertido en remedos de postal, pero muertos de vida e historia. Léanle a él, y díganme si no están de acuerdo, si, lamentablemente, no les suena.
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