Este verano ha hecho un calor de mil demonios, y con eso no les revelo nada nuevo. Mirando por la ventana del trabajo y con las vistas de una ciudad ardiente y unos campos desolados pensaba a veces como era posible que todo no ardiese de lo reseco que estaba. Subían de vez en cuando al cielo nubes de polvo y la imagen en general, era desoladora. Era entonces cuando uno se preguntaba porqué las autoridades de este país no llenan esos eriales de árboles y permiten que los pocos que hay se incendien, porque este año ha sido de grandes incendios visibles y, sorpresa, algunos ocultos.
Resulta que la semana pasada se publicó un artículo en El País que habla de un incendio subterráneo en el parque de las Tablas de Daimiel. Anda, esto qué es, me pregunté al verlo. Como muchos sabrán, Las Tablas de Daimiel son un humedal que se encuentra en Castilla la Mancha, y que es parque nacional. A lo largo de muchos años, varios miles, la vegetación de ese parque ha ido siendo sustituida por nuevos brotes que enterraban a los antiguos, formándose así una profunda capa de sedimentos biológicos, aderezados con turbas provenientes del humedal y otros residuos orgánicos. Todas estas capas, cada vez a mayor profundidad y presión, se han ido compactando y, en un proceso que el artículo describía como similar al que se desarrolla en una carbonera de carbón vegetal, se han convertido en material combustible. Algo así como lo que se estudia en la escuela sobre el proceso de formación del carbón y el petróleo a partir de los restos de épocas pretéritas pero de manera acelerada, motivo por el cual el producto final tampoco es tan combustible y potente como el oro negro. Parece ser, y en esto les aseguro que no soy un experto, que este proceso es bastante común es ecosistemas similares, donde abunda la vegetación y las capas de humedad. Sin embargo en Daimiel ha habido un problema, que es que la humedad, la capa de agua superficial ,s e ha ido secando estos años. La sequía y al sobreexplotación para uso agrario y humano del acuífero que lo abastece ha hecho que el nivel de las aguas baje mucho, y donde antes había marismas y embarcaderos ahora sólo se encuentren lechos resecos y postes de madera que antes servían para amarrar barcas. El calor se ha ido filtrando a través del suelo, éste se ah resecado y agrietado, y al final se ha acabado por producir un inicio de combustión en toda esa materia acumulada en el subsuelo. Las grietas producto de la fragmentación del suelo aportan un caudal extra de oxígeno que alimenta el fuego y, por lo que parece, y aunque pueda parecer milagroso, ahora mismo un gran incendio está quemando el suelo del parque. De vez en cuando asoman fumarolas, penachos de humo procedentes de agujeros profundos, que muestran que, en efecto, algo se está chamuscando allí abajo. Al leer la noticia, a parte de la sorpresa por lo que contaba, me suponía que eso no podía ser muy bueno ni para el parque en su profundidad ni en su exterior, y lamentablemente ese parece ser el juicio de los expertos, que los hay en estas cosas también. Se asegura que el daño para el parque es irreversible, aunque no tengo tampoco claro qué quiere decir eso. Si a veces se ha dicho que Daimiel puede ser descatalogado como parque nacional por su estado “visible” supongo que esto será la puntilla.
¿Cómo se apaga un incendio así? Buena pregunta. Parece que lo único que se puede hacer es inundar el terreno, y que el agua, poco a poco, se filtre por el suelo y a través de las grietas, y que contribuya a bajar la temperatura, pero en todo caso sería un proceso lento, porque las brasas estarán calientes mucho tiempo. Parece que una temporada normal de lluvias no serviría para mucho, y eso si llueve, porque por ahora el otoño es seco como pocos. Todo un reto de ingeniería, visto lo visto, y un problema de esos que no se ven, que asoman, pero que no tenemos ni idea de cómo solucionar una vez creado. Una pena por el parque.
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