martes, octubre 27, 2009

La caja de los truenos

Pues sí que fue profético mi artículo de ayer sobre Cajamadrid. Resulta que mientras lo escribía, sin saberlo, en los quioscos había una entrevista de El País a Manuel Cobo, segundo de Gallardón en el Ayuntamiento, que ha acabado por hacer estallar todo el asunto ante la opinión pública, ya ayer los medios eran monográficos en sus tertulias y comentarios. Cobo, como buen peón se sacrificó en honor a su rey el alcalde, y ahora se arriesga a ser sancionado por el partido, pero quién sabe, porque el PP vuelve a demostrar su incapacidad de gestión y Rajoy, su teórico líder, lanza ironías de calado pero no se atreve a solucionar los problemas como debe.

Lo más cachondo de todo esto es que la batalla entre instituciones por poner al presidente de la caja es perfectamente legal. Las cajas de ahorros son un ente extraño, y lo que no son en ningún caso es empresa privada. Aunque cada una tiene estatutos diferentes, la titularidad de las mismas recae principalmente en los ayuntamientos y gobiernos regionales de donde están radicadas. Así en el caso de Cajamadrid, es el gobierno de la Comunidad y los ayuntamientos quienes controlan el consejo de administración. En las cajas vascas son los ayuntamientos y las diputaciones de cada Territorio Histórico quienes gobiernan cada caja, y así podríamos recorrer todo el país. Esto viene del pasado, cuando las cajas eran algo más parecido a un monte de piedad, o instituciones benéficas, que es en su mayor parte su germen fundador, que bancos operadores en el sistema financiero global, que es lo que son ahora. Para disimular, las cajas tiene lo que se llama la obra social, que es destinar parte de sus beneficios a actividades culturales, solidarias y demás. Lo que es evidente es que las cajas se han convertido en el músculo financiero de la política autonómica. No se puede decir que sean los “bancos centrales” de cada región pero sí que actúan al servicio del gobierno de turno, prestándole dinero y sirviendo en muchos casos de dorado retiro a políticos que ya no están en activo en sus regiones. Por poner sólo dos casos ajenos a Cajamadrid, la intervenida Caja Castilla la Mancha era presidida por Juan Ignacio Hernández Moltó, diputado socialista durante muchos años, y Caixa Cataluña lleva mucho tiempo con Narcis Serra, ex ministro socialista, a su cabeza. Esta falta de profesionalidad en algunas de sus altas esferas (que no en sus trabajadores, tan competentes o más que los de la banca clásica) puede salir muy cara en épocas de crisis como esta. Así, muchas cajas presentan niveles de morosidad e insolvencia por créditos hipotecarios fallidos graves, y con el tiempo se enfrentarán a pérdidas, previsiblemente en el maldito año 2010. Para evitar más casos como el del Caja Castilla la Mancha se preconiza desde el banco de España que se realicen fusiones entre entidades, para que una “buena” se coma a la “mala” ya reglemos parte del estropicio que tenemos. Las fusiones más interesantes son, a priori, las que unen entidades de distintas regiones, que aprovechan mejor las economías de escala y, al estar sujetas a coyunturas distintas, poseerán balances diferenciados, pero aquí nos enfrentamos al problema político. Cada gobierno autonómico, sea del PP o del PSOE, trata de no perder “su” caja y en todo caso consiente fusiones de las cajas provinciales (como está pasando en Cataluña o Castilla y León) pero eso, en muchos casos, no es más que unir a varios con el mismo problema, lo que financieramente sólo logra crear un gran problema.

El gobierno nacional ha creado un instrumento,
el FROB, con objeto de sufragar vía deuda pública los costes de estas fusiones, y así alentar a que se produzcan, y hay prisa para usarlo, porque puede que Bruselas dictamine que es una ayuda de estado encubierta y lo inutilice, pero por ahora las cajas no quieren saber nada de él, y el panorama se enreda a medida que pasan los días. El espectáculo de Cajamadrid es quizá el más obsceno y vergonzoso de todos, pero no es una excepción en un sector, las cajas, que necesitan una profunda reforma que, con el tiempo, las convierta en empresas privadas como las demás. Pero ese camino será lento y difícil, y en él nos vamos a dejar mucho dinero y empleos, ya verán.

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