jueves, octubre 22, 2009

Ha costado, pero....

....esta semana llueve en Madrid. Una frase sencilla, normal en apariencia, pero que describe algo similar a un milagro, y que les aseguro que es toda una noticia. Tras uno de los veranos más tórridos y largos que se recuerdan, que empezó con fuerza a finales de Mayo y ha seguido casi hasta hace pocas semanas, esta es la primera semana de auténtico otoño en Madrid, y por lo visto en el resto de España. Tormentas, lluvias racheadas que llegan cobran fuerza, descargan y se van, frío, ambiente desapacible.... el otoño ya está aquí.

Para un aficionado a la meteorología como yo, y amante del verano, ha sido algo extraño lo sucedido este año. El sol eterno, el cielo azul y un calor continuo de día y noche eran el panorama que día tras día se repetía desde la ventana del trabajo, en casa y en todas partes. Ver una nube en el cielo era síntoma de alguna manifestación divina, no de un hecho físico. A medida que avanzaba Agosto confiaba en que llegasen algunas nubes de tormenta, pero día tras días lo mapas del tiempo mostraban un sol imperturbable, y ni rastro de frentes ni borrascas ni nada similar. Con el tiempo los jardines que rodean los bloques de pisos donde vivo se empezaron a agostar, marchitar y directamente desaparecer. El arenal que los conforma adquirió una tonalidad afgana muy dura, y de vez en cuando se levantaba algo de polvo para ensuciar las copas de unos árboles que día tras día empezaban a rendirse al sol. Como un grupo de trabajadores de Figueruelas, desesperados por su futuro, los árboles empezaron a doblar sus ramas y a perder fuste, algunos brotes se secaron y el aspecto general que ofrecían era patético. Es la respuesta clásica que los expertos aducen cuando hablan de estrés hídrico. El árbol no recibe agua y empieza a tomar defensas, entrando en un estado de latencia para ahorrar el precioso elemento. Llegó septiembre y nada, ni gota. Un día llegaron unas nubes y se atrevieron a mojar el suelo, pero aquello era casi sacrílego, y un fuerte viento las empujó y arrastró hacia al cárcel del cielo, para encerrarlas y que no molestasen. Me fui de vacaciones a Roma, volví, y no había llovido. Tras unos días en Madrid, me fui una semana de vacaciones a Elorrio y entonces, en medio de ese descanso, cayó una tormenta en Madrid, la primera en muchos meses, que inundó algunos bajos y provocó un cierto caos en las carreteras. “mese de sol y para una que cae me la estoy perdiendo” pensaba al ver las imágenes, constatando entre otras cosas que la lluvia en Madrid es una noticia que sale en la tele, y que aunque no estés en la ciudad te enteras de que tiempo hace allí. Volví de las vacaciones elorrianas y a parte de unas mañanas más frías el sol seguía reinando en el cielo, hasta que la semana pasada los pronósticos empezaban a apuntar lluvias para esta. No puede ser, a lo mejor esta vez sí, pero si vuelve a pasar de lado... El Fin de semana la predicción se consolidó y se anunciaban lluvias en gran parte de España a partir de la tarde noche del Lunes 19, y como un pregonero así lo conté yo a mis compañeros de trabajo y a todo aquel que se me cruzaba. Mis compañeros, hartos de mi no sólo por las cuestiones meteorológicas, no me tomaron muy en serio. La tarde del Lunes llegaron nubes, que cubrieron el cielo esa noche....... y no llovió.

El Martes por la mañana mi predicción era, paradójicamente, papel mojado. Un cierto ridículo se alojó en mi interior y algunos recordaron que con lo pesado que había sido el Lunes no había caído nada, a lo que yo sólo podía asentir algo cabizbajo. Mierda, pensé, otra equivocación, y van... La tarde de ese Martes se volvió a cubrir, y por la noche, sin que casi lo esperase, cayeron unos pocos rayos y una tormenta que anegó algunas zonas del este de la ciudad. Ayer estuvo tonteando todo el día, mojando y secando sin parar, y esta noche ha vuelto ha llover con ganas. Y no se si este episodio durará mucho o no, pero casi estoy tan feliz de que llueva como los pobres árboles de mi barrio, que, como yo, ni se lo creen.

1 comentario:

dacasito dijo...

¡Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva...!!
Y es que por fin podremos disfrutar de pequeños detalles que nos hacen más agradables esta vida; tarde de lluvia, frío en el rostro y el pulso acelerado al entrar a una cafetería para tomar un café en buena compañía. Y es entonces, al contacto con la cálida taza, cuando notas que tus manos ansían ese calor mientras buscas la postura más cómoda, cuando puedes saborear un efímero instante de felicidad. Entonces, se tornan los ojos y la memoria evoca personas, lugares y otros tiempos en los que...

Bienvenido otoño!!