Seguro que al lector le suena esa lectura bíblica en la que Dios pretende destruir Sodoma y Gomorra, y Abraham trata de que no lo haga (Génesis 18, 20 – 32) Se entabla una negociación a la baja en al que Abraham pide que si encuentra cincuenta justo son las destruya, y Dios acepta. Abraham baja a cuarenta, y Dios acepta, y así hasta diez. Finalmente Sodoma y Gomorra fueron destruidas, por lo que puede ser que Dios no encontrase ni los diez justos que Abraham ofrecía como compensación.
Pues algo parecido empieza a suceder con la política municipal en España. No digo que venga un ser todopoderoso y destruya a los ayuntamientos, pero empiezo a pensar que ni hay ni cincuenta limpios, ni cuarenta, ni diez, ni..... El último episodio se vivió ayer en El Ejido, uno de los pueblos más ricos de España gracias a su explotación intensiva de cultivos bajo invernaderos, lo que ha generado ese mar de plásticos que lo cubre todo y que es oro puro. Entre los detenidos por presunta adjudicación irregular de contratos municipales y el consabido desvío de fondos públicos se encuentra Juan Enciso, alcalde de de esta localidad desde hace casi veinte años: primero lo fue con el PP, y alcanzó la fama cuando se produjo en el año 2000 aquel brote de racismo en la localidad que todo el mundo se puso de acuerdo para decir que no era racismo. Poco a poco el PP se harto de sus formas y maneras, y antes de que le echasen se fue, montó su propio partido, el PAL, y ganó las últimas elecciones municipales. Desde entonces controla el ayuntamiento y, en coalición con el PSOE, la Diputación Provincial. Que un señor como Enciso se haya enriquecido con la burbuja inmobiliaria de estos años es tan obvio como que no ha sido él sólo quién se ha beneficiado. En España hay más de ocho mil ayuntamientos, y sospecho que si empezamos a excavar un poco en sus cuentas descubriremos suficientes casos de corrupción como para llenar portadas de periódicos desde hoy hasta el fin de los tiempos, a eso de media tarde. Lo curioso es que no parece sorprenderle a nadie, y lo que es aún pero, ni escandalizarle. Los casos mediáticos como el Gürtel tienen mucho bombo en la prensa y avergüenzan los que los han desarrollado, pero cada semana aparece un nombre nuevo, un ayuntamiento, una empresa pública, un ente, lo que sea, que no deja de estar relacionado con millones de euros regalados en los años de bonanza. ¿Cuándo se juzgará todo esto? Al paso que vamos nunca, y menos aún de recuperar el dinero, de eso ni pensar, que esto es España, y aquí el que trinca se lo lleva con todo el orgullo y jamás devuelve un euro, antes peseta, antes ducado o real de a ocho. Además luego hay decisiones judiciales que, también, producen vergüenza, como ese juez de Barcelona que ha dejado en libertad provisional a Félix Millet, al antiguo director del “Palau de la Música Catalana”, prohombre de la sociedad barcelonesa que se ha dedicado a robar y untar a manos llenas durante todos estos años. Aunque la decisión sea acertada no pude evitar un cierto cabreo cuando me enteré ayer, mientras que delitos más pequeños, y en los que no hay mezclados políticos ni poderosos se dilucidan con prisión preventiva a la primera de cambio. A parte de robar, ¿hay dos varas de medir el delito según quién seas? Visto lo visto es muy difícil contestar que no a esa pregunta, y eso es MUY grave.
Publicaba ayer Forges en El País una viñeta muy ácida, muy amarga, en la que la corrupción desenfrenada lo pudría todo, incluso aquello que poseemos que ya de partida no estaba muy sano. Es un chiste descarnado, cruel hacia nosotros mismos, que somos los que estamos generando este desaguisado, hacia unos políticos que “mangan” mucho y trabajan poco, y una sociedad a la que no parece importarle y deja hacer, porque “si no son ellos, otros robarán”, frase que esconde el cinismo en el que vivimos, y en la que subyace un pensamiento aún peor, ese de “... si no son ellos, a lo mejor yo mismo me puedo aprovechar”.
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