Ayer se lanzó desde Cabo cañaveral el nuevo cohete Ares I X, el primero de una nueva generación de cohetes con los que la NASA busca salir de la órbita cercana de la tierra e intenta alcanzar la Luna y, más allá, Marte. El lanzamiento, que era una prueba general del modelo, fue un éxito, y todo transcurrió como era previsible. Curiosamente estos cohetes nuevos tiene un aspecto muy clásico, y tras años de ver en transbordador en su plataforma hemos visto otra nave estilizada, alta y con la forma que todos identificamos como cohete. No hay muchas novedades estéticas, dirán muchos, con razón.
Lo cierto es que pese al éxito, no está nada claro que la misión Constellation, que así se llama el nuevo programa de naves espaciales de la NASA, pueda despegar en su conjunto. Planificado desde hace ya algunos años, y con objeto de sustituir a la flota de transbordadores, que se jubilan en breve, el programa Constellation consta de dos tipos de naves, las Orion, que serían los habitáculos destinados a albergar la tripulación, que son cápsulas muy grandes y que van arriba del todo, y los Ares, que son los cohetes lanzadores. Hay previstos dos modelos, uno de ellos es el Ares I, que es el que se lanzó ayer, el más pequeño, pese a sus cerca de 100 metros de altura, capaz de albergar una cápsula Orion y ser así mismo utilizado como vehículo de aprovisionamiento de materiales y provisiones, algo así como el sistema Soyuz-Progress que usan los rusos ahora y que es lo que abastece a la Estación Espacial Internacional. El otro modelo es el Ares V, un vehículo mucho más grande, inspirado parcialmente en la tecnología del Saturno V, el cohete que llevó al hombre a la Luna, y pensado para grandes cargas y vuelos con destino lunar. Cargaría también la cápsula Orion y un módulo de servicios anexo más grande que serviría de almacén de provisiones, energía y combustible, con un diseño que recuerda muchos a las cápsulas Apollo y s u módulo de servicio, imagen que muchos retendrán de la película Apolo 13. La idea inicial de la NASA es ir probando estos vehículos poco a poco, en versiones más o menos cargadas y terminadas, y que en un plazo de cinco años más o menos este sea el programa principal de vuelos tripulados de la agencia. Sin embargo este programa tiene enormes problemas que, como señalaba al principio, lo pueden poner en riesgo. Uno de ellos es el largo intervalo desde que los transbordadores se queden en tierra hasta que un astronauta norteamericano llegue al espacio en los nuevos cohetes. Cinco, o más, años de espera son demasiados, es una pérdida de oportunidades comerciales, prestigio y experiencia en órbita que los americanos no pueden permitirse. Tampoco está muy claro a donde podemos ir. ¿Volvemos a la Luna? Ese era el objetivo inicial, publicitado pero poco razonado. Algunos defienden que es un valor en sí mismo mientras que otros dicen que debiéramos ir directamente a Marte sin esperar unos años orbitando alrededor del satélite y aterrizando en él. Evidentemente son conceptos de misiones radicalmente distintas, que exigen una planificación y diseño muy diferente y nada improvisado. Y en medio de este debate siguen muchos técnicos, y el tiempo pasa, y pese a que los ingenieros avanzan en el proceso de pruebas de los nuevos artefactos, el destino de su uso no se aclara.
Y para complicar todo esto aún más, está la maldita crisis. No hace falta ser un genio para suponer que un programa espacial nuevo como el Constellation es caro, muy caro. Enfrentada como está a un déficit creciente, la Casa Blanca no ve con buenos ojos destinar unos fondos que quizás necesite para rescatar más bancos, pagar deudas u otros fines aún más pedestres. Se ha llegado a sugerir que la NASA se privatice en parte para poder adquirir fondos privados que contribuyan a su sostenimiento. En definitiva, un lío monumental, aunque al menos la prueba de ayer salió bien. Si llega a fallar, a modo de banco de inversión quebrado...............
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