Allen es uno de los personajes más fieles de entre los que pueblan el mundo del cine. Cada año acude fiel a su cita otoñal y entrega un nuevo trabajo, un ritmo de producción tan alto en el que, inevitablemente, hay altibajos. Por ejemplo, el producto de la temporada pasada, Vicky Cristina Barcelona, era tan malo como su propio título. Sospecho que Allen vio una jugosa subvención otorgada a ciegas por Mediapro (La sexta y compañía) y se lanzó a por ella sin complicarse mucho la vida. La gran triunfadora de aquella película fue Penélope Cruz, pero el resto es perfectamente prescindible y olvidable.
En este año 2009, sin embargo, Allen ha hecho un ejercicio de vuelta a sí mismo, y le ha salido bien. La película en castellano se ha traducido como “Si al cosa funciona” título algo raro pero que es acertado una vez vista la historia. Volvemos a Manhattan, a una Nueva York de ensueño, a personajes sofisticados, que se enfrentan a otros esteriotipados como incultos y religiosos, que sufrirán grandes transformaciones y que al final no e parecerán en nada a como empezaron, ni en sus vidas ni sus aspiraciones. El personaje principal lo interpreta el actor Larry David, famosos aquí por ser coprotagonista de la serie “Seinfield”. Él es el que hace el papel “alleniano” si se me permite esa palabrota, porque en esta película no vemos a Woody, aunque si le oímos. Boris Yelnikoff, que así se llama el protagonista, es un judío sexagenario divorciado que vive sólo. Está lleno de prejuicios sobre todo lo que le rodea, es brillante, casi llegó a ser premio nóbel de física, y observa al resto como pordioseros intelectuales que viven en su cloaca de oscuridad. Es hipocondríaco y sufre frecuentes ataques de pánico en medio de la noche al darse cuenta de que tarde o temprano morirá. Discute con sus amigos frecuentemente sobre cualquier aspecto de la vida y un cierto resentimiento le reconcome. Tras su divorcio su experiencia sexual es nula, su apetencia aún es menor y su misoginia resulta transgresora. Este personaje, difícil de encarnar de una manera creíble, pero que el bueno de David encarrila con una maestría absoluta, soporta todo el peso de la película, aunque llega un momento en el que se encuentra a una pordiosera bajo el rellano de su escalera que le pide acogida durante unos días, y ese será el inicio de la transformación, no tanto de su vida, sino de la de todos los que le rodean, en especial de la chica y de su familia. Evan RAchel Word interpreta con solvencia el papel de chica paleta, ingenua, estúpida y proveniente del tercer fondo de armario de la América profunda, que sabe que es un pibón que lo explota (por cierto, da su cosa pensar que un sujeto como Marilyn MAnson se acuesta con Rachel Word, la bella y la bestia en su formato más moderno, jejeje) A lo largo del filme Yelnikoff no deja de mostrar un desprecio elevado hacia su temporal compañera de piso ni a sus costumbres ni a sus hábitos, bueno, y a todo lo que le rodea. Esto da lugar a numerosas escenas divertidas, en la que no son tanto los chistes como los contrastes que se producen entre ambas mentalidades, caricaturizadas en sus extremos, lo que provoca la risa y el humor. La aparición progresiva de los familiares de la protagonista eleva el humor a altas cotas, y hay escenas realmente muy graciosas.
En cierto sentido es una película muy de Allen, por lo que al que no le vaya su estilo “cultureta”, progre y antirreligioso le va a caer algo mal, pero la verdad es que me lo pasé muy bien viéndola, no tanto por los chistes, las gracias inteligentes y el poder contemplar una historia hilvanada, bien escrita y con gusto, sino sobre todo por ver que tras algunos traspiés Allen conserva la sabiduría de hacer buen cine en su interior y la puede sacar cuando la desee. No pasará a la historia entre sus mejores, pero es un rato de placer divertido en un cine, y eso hoy en día es algo casi milagroso, así que sólo por ello vayan a verla, y discútanla a la salida.
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