Ya les he comentado alguna vez que una de las consecuencias
no deseadas de la crisis que atravesamos es que nos hace “ombliguistas” y no
nos deja ver más allá de nuestras miserias. Y en el mundo pasan muchas cosas
importantes. Dado que la semana que viene estaré de vacaciones y no podré
escribirles, voy a tratar hoy y mañana de quitar el ojo de España y Europa y
fijarme en el exterior. Y no es por comparar, pero nuestra ruina es gloria en
comparación a la guerra que se extiende por toda Siria, y que noche tras noche
los telediarios nos recuerdan en una breve pieza resumen.
Es difícil saber que está pasando allí, porque el régimen de
Al Asad se encargó muy bien de expulsar a los periodistas extranjeros antes de
que la guerra aumentase de intensidad, pero por las noticias que se filtran a
través de Internet los combates se presumen duros, las matanzas que la
dictadura siria perpetra sobre su pueblo no dejan de ir a más e incluso se
puede decir que la guerra ha llegado hasta Damasco, la capital. Desde hace un
par de días lo que antes no pasaba de escaramuzas y tiroteos parece
haberse transformado en duros enfrentamientos militares en barrios de la ciudad,
pero en este caso aún resulta más difícil precisar lo que sucede, porque la
intoxicación es total. Por parte de los rebeldes una calle de Damasco tiene más
importancia estratégica y de propaganda que una batalla en una gran pero
desconocida ciudad del interior del país, y para el régimen funciona exactamente
el argumentarlo inverso. Que haya enfrentamientos en la capital es la peor de
las imágenes que puede mostrar de cara a garantizar su estabilidad y el control
del país. Por tanto, expresiones del tipo “la ofensiva final” o “Damasco en
llamas” deben ser directamente eliminadas, o por lo menos matizadas de la
manera más contundente posible. Esos combates sí revelan dos cosas ciertas. Una
que la guerra civil que vive Siria ya es total, a todos los niveles y en todo
el país, y la otra es que el régimen de Bashar Al Asad no controla la nación
como desearía. En una situación así las posibilidades de negociación se me
antojan nulas, porque ambos contendientes se ven en la posibilidad de ganar, y
creo que la guerra no terminará hasta que uno de ellos sea derrotado del todo,
lo que implicaría sofocar la revolución y exterminar a todos sus combatientes o
la caída de Bashar y su dictadura. ¿Qué es lo más probable? Difícil precisarlo,
pero si nos atenemos a los casos recientes parece que el tiempo acaba jugando en
contra de dictador y a favor de los sublevados. Sin embargo las referencias que
se hacen a Libia como ejemplo previo hay que tomarlas con precaución.
Recordemos que hasta que la OTAN decide intervenir en Libia con apoyo aéreo
Gadafi ganaba la guerra y tenía rodeados a la mayoría de los rebeldes en Brega
y Misrata. Sólo fue tras las incursiones de los cazas occidentales cuando la
sublevación volvió a coger fuerza y reconquistó terreno hasta acabar como ya
sabemos. Aquí ese apoyo no se va a dar, no por falta de ganas de occidente,
sino por la total oposición de Rusia y China, que tratan de apuntalar la
dictadura de Damasco en defensa de sus propios intereses y de al solidaridad
que les provoca el dictador acosado, en el fondo, uno de los suyos. Así, las
fuerzas rebeldes no contarán con apoyo exterior, salvo el que se sospecha que
se realiza vía contrabando proveniente de algunas monarquías del golfo, Qatar
sobre todo, deseosas de la caída de Al Asad. Por ello la batalla será aún larga
y muy sangrienta, sin
descartar que el régimen haga uso de todos sus medios, incluyendo las infames
armas químicas que posee.
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