lunes, julio 30, 2012

Un viaje de Elorrio a Madrid


Todo se acaba, menos la crisis, y en ese todo se incluyen las vacaciones, como no. Al menos han pasado a la historia las que me he cogido el mes de Julio, en las que no ha sucedido nada reseñable salvo el encuentro con los amigos, familiares y el descanso en plan abuelo jubilado, en el que el único exceso que he cometido ha sido, precisamente, el de no caer en ninguno en concreto. Como muchos Domingos por al tarde, ayer hice el viaje de vuelta a Madrid pero con una diferencia sustancial respecto a los últimos diez años. Lo hice conduciendo.

Y mi primera vez fue suave, relajada e indolora. Desde que tengo un coche muerto de risa en Elorrio pensé en la posibilidad de traérmelo, no para venir a trabajar, ya que el metro me cubre el trayecto sin problema alguno, pero sí para experimentar un trayecto de conducción largo y hacer algunos kilómetros por Madrid, que ya me la conozco lo suficiente como para no perderme dentro de ella en la vida diaria pero, por no tener vehículo aquí, sigo sin saber qué calles son de único sentido, y plantado en un punto dado tendría serias dificultades para saber como se va en coche desde allí a cualquier otra parte (es lo malo de que el coche no quepa en el metro, jeje) La cuestión es que salí de casa a las 15:30 pasadas y llegué a mi barrio escasas cuatro horas después, habiendo hecho una parada para repostar en Briviesca, a unos 130 kilómetros de la partida y 270 del destino, aproximadamente. Ha sido el viaje más largo que he hecho conduciendo, y pese a que tenía algo de prudencia en el cuerpo, sobre todo a medida que me aproximaba a Madrid y al circo de carreteras que es esto, finalmente no tuve problemas en la M30 para encontrar la salida que da directamente a mi barrio. Como llegué pronto incluso me permití el lujo de ir a un centro comercial cercano a casa y comprar provisiones, por lo que como hace casi todo el mundo, aproveché el coche para cargar en el los cartones de leche que cada ciertas semanas me hacen sufrir cuando los llevo con el carrito camino a casa. Creo que en todo el viaje no dejé de sentirme raro, y mucho más dentro de Madrid. No se si por ser mi primera vez al volante en esta ciudad o porqué, pero bajando por la M30 me sentía algo irreal, desubicado, extraño… subiendo por la calle que da a mi casa me notaba en una postura rara, y es que iba sentado, pero con los brazos estirados sobre un volante, no se si me entienden… me parecía en cierto modo como si no fuese real del todo, como si en un momento dado una voz surgiría de alguna parte diciendo algo así como “vale, ya te has divertido bastante, ahora vuelve a caminar”. Sin embargo la voz no apareció y, con el maletero lleno de la compra, aparqué muy cerca de casa, bajo un árbol que espero proporcione sombra a la carrocería, y descargué las cosas camino al portal, dejando allí al coche que, si pudiera hablar, se sentiría tan extrañado como lo estaba yo, dado que nunca ha hecho en su corta vida un esfuerzo semejante al de ayer. Seguro que esta noche ha dormido a gusto, pero al despertarse se va a sentir muy perdido.

En lo que es el trayecto de autopista autovía no tuve problema alguno, aunque en ocasiones, rodeado de coches franceses, portugueses y suizos yo me sentía como un extranjero. El tener que fijarse en la marcha le impide a uno mirar el paisaje, los campos áridos y las nubes del cielo, y le quita una de las principales ventajas de viajar, que no es otra que ver el discurrir de camino. A cambio ofrece una sensación de control y de que uno se impone a dicho camino placentera y difícil de describir, pero que no es tan gratificante como estar absorto mirando como crecen los cumulonimbos desde la ventanilla del copiloto…

2 comentarios:

peich dijo...

Curiosamente yo también conduje ayer de manera "extra-ordinaria" y tuve sensaciones parecidas. A mí no me importó perderme los nimbos, acumulados o no: ví por el retrovisor una espectacular puesta de sol, y delante de mí la capacidad de control que dio alas a una libertad ya olvidada.
Enhorabuena por recuperar un trocito de libertad.

David Azcárate dijo...

Es curioso como notamos que las alas de la libertad se despliegan pero no nos damos cuenta de cómo día a día las plegamos cada vez más... muchas gracias!!!