viernes, julio 20, 2012

Es necesario leer a Stefan Zweig


Ayer España cedió, por fin, toda su soberanía a Europa, más concretamente a Alemania, mediante el simbolismo encarnado en esa votación del Bundestag, en la que señores que no hemos elegido deciden votar nuestro rescate financiero a cambio de las condiciones que sean precisas. Las manifestaciones de la tarde y noche en España expresaban enfado, pero más allá de eso el sentimiento del país es de abatimiento, pesar, temor y desconfianza ante un futuro cada vez más negro. Nada de lo que era sólido ya lo es. ¿Cómo actuar? ¿Qué pensar?

Hace unos setenta años un europeo llamado Stefan Zweig, uno de los novelistas más grandes de su tiempo, y de todos los habidos, expresaba esa misma congoja al inicio de lo que serían sus memorias, tituladas “El mundo de ayer” y con un subtítulo muy actual: memorias de un europeo. Zweig nace en Viena en el siglo XI en el apogeo del imperio austrohúngaro y muere tras suicidarse en Petrópolis, Brasil, en 1943, donde se encontraba exiliado tras huir de su país y del continente amado, víctima de la persecución nazi. Autor de maravillosas novelas que a buen seguro les gustarían, dotadas todas ellas de un tono romántico muy profundo y nada empalagoso, posee también un catálogo extenso de ensayos y biografías. Sus memorias son las de un europeo orgulloso de serlo, que nace en Viena pero que vive temporadas en Alemania, Italia, España, Reino Unido, que durante su juventud crece en un ambiente cultural en constante expansión y en una Europa subida al carro de la primera gran globalización, con los viajes trasatlánticos como moneda corriente y con miles de personas circulando sin parar entre los países del continente. Ese mundo de crecimiento, estabilidad y paz colapsa en 1914 de la manera más inesperada posible en un enfrentamiento que se suponía breve y que acabaría llamándose Primera Guerra Mundial. Las cicatrices y el recuerdo de esos años de cruel batalla destrozan la ilusión en el progreso de Zweig y de muchos de sus contemporáneos. Convertido ya en un escritor famoso, su activismo como intelectual, concepto que en aquel entonces no estaba tan consolidado, le hace pronunciar conferencias y discursos en los que no deja de reclamar una unión entre los europeos, para exorcizar el fantasma de la guerra y vencer al terrible virus del nacionalismo, que se incuba en cada país y no deja de crecer. Paradojas de la vida, reside durante varios años en una vivienda sita en unas montañas cerca de Salzburgo, con vistas a Berchtesgaden, donde en un momento dado un militar alemán llamado Adolf Hitler empieza a construirse una casa de montaña y palacio de gobierno. Zweig observa alarmado como ese virus nacionalista muta en lo que se hace llamar fascismo, y llena las calles europeas de bandas criminales que imponen la ley del más fuerte y no dejan de vejar, violar y atacar a todo aquello que se les pone por delante. Nota como su Austria natal se encamina a ser fagocitada por un expansionismo alemán que no posee límites y decide emigrar a Londres, desde donde saltará a Brasil una vez que se inicie un nuevo enfrentamiento conocido como Segunda Guerra Mundial. Mayor, cansado, angustiado en la distancia y dolido hasta el fondeo su alma al ver como Europa se desgarra y hunde en el salvajismo nazi, triunfante a principios de la década sin visos de ser derrotado nunca, Zweig se consume en el exilio y acaba por suicidarse junto con su esposa.

La visión que Zweig recoge en “el mundo de ayer” es tan vigente y actual que casi da escalofríos. Su anhelo de una Europa unida en concordia, que venza los miedos y recelos de cada una de sus pequeñas y orgullosas naciones es tan actual como lo era en los sesenta, pero a la vista de la crisis que asola el continente es un llamamiento a la actuación que no tiene parangón en su claridad y vehemencia. Leer ese libro, pensarlo y sentirlo es algo que todo europeo debiera hacer al menos una vez en su vida. Si se siente tan perdido como yo ante lo que sucede, lea este verano a Zweig, sumérjase entre sus páginas y pensamientos, y verá un rayo de luz y esperanza

La semana que viene estoy de vacaciones. Si no pasa nada raro, hasta el Lunes 30, Sean felices.

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