Y miren que no será porque desde aquí se lo he advertido
muchas veces, pero creo que los miembros del gobierno eran los únicos españoles
que no estaban seguros de que se iba a subir el IVA rápido, muy rápido, lo que
demuestra que gran parte del mismo sigue sin enterarse del reto al que se
enfrenta, condición necesaria para fracasar en el empeño. La verdad es que una
vez leído el MoU del rescate financiero la duda era si subirían el IVA en el
siguiente consejo de Ministros o en el posterior. Rajoy desveló la clave el
Miércoles, Montoro desgrano algunos aspectos el Viernes y
al final fue el Sábado cuando lo supimos todo.
Ya saben ustedes que la subida tiene dos partes, una de
aumento de tipos, que no afecta al superreducido del 4%, pero si al reducido
del 8%, que pasa al 10%, y al general, que sube del 18% al 21%. El otro
componente de subida consiste en pasar productos que antes estaban en categoría
reducida a normal, por lo que pillan el tipo más alto con el incremento
diferencial correspondiente, que alcanza los trece puntos. La principal
polémica se ha dado en este segundo aspecto, porque trece puntos de subida no
es sino un sablazo en toda regla. Los más afectados son los servicios de ocio,
restauración y cultura, con las notables excepciones de libros físicos y
prensa, que permanecen en el 4%. Cines, teatros, restaurantes, bares,
cafeterías, se han levantado en pie de guerra contra una subida que les pone
las cosas aún más difíciles de lo que ya están en un contexto de caída de
demanda como el que estamos viviendo. Lo que más coña ha causado ha sido que
los servicios funerarios también están entre los productos que pegan ese salto
mágico, y es lo más comentado tanto por cómo lo dijo Montoro “servicios
funerarios y otros espectáculos” como por ser un importe que siempre hay que
pagar, cuando llegue el día correspondiente, y que nunca paga el que es
beneficiario del mismo, siendo en mi opinión el mejor ejemplo de lo que es
repercutir el impuesto. Morirse se va a poner tan caro que la gente cuidar su
salud hasta el último minuto, tratando de estirarlo como sea, así que lo que
saca el gobierno de este lado puede llegar a perderlo por el del sector
sanitario. Sea como fuere, y bromas aparte, es una subida de impuestos muy
fuerte, que no ha supuesto ninguna sorpresa en su formulación pero sí en su
intensidad. Como toda subida, el impacto en el consumidor es inicialmente
negativo en base a dos tipos de efectos. El primero es el de sustitución; dado
que unos productos se encarecen respecto a otros mis decisiones de consumo se
verán sesgadas hacia los que sean más baratos, o menos caros. El otro efecto es
general, de tipo renta, y se deriva de que la subida de impuestos reduce el
total de la renta disponible del ciudadano, reduciendo en su conjunto las
posibilidades de compra. De la combinación de estos dos efectos, y de lo que
finalmente el vendedor traslade a precio de la subida impositiva dependerá de
qué efectos sobre el consumo y la recaudación tenga la subida. Cuanto más
cargue el productor o vendedor en su margen de la subida y menos se note en el
precio final mayor será la recaudación que obtenga el gobierno y menor el sufrimiento
del consumidor final, porque todo se lo comerá el vendedor. Sin embargo, en los
servicios profesionales, que emiten factura, la repercusión al último de la
fila es inevitable, y en aquellos sectores que están ya sin apenas margen comercial
la repercusión sobre precio final también será plena, y notarán más el efecto
contractivo de la demanda, y su recaudación, probablemente, baje.
En definitiva, un nuevo golpe a la capacidad adquisitiva del
ciudadano en tiempos en los que ya poca capacidad queda. Como medida política
es un error, aunque inevitable dado que es compromiso del gobierno a cambio del
rescate. Sin embargo si hubiera tomado esta medida a la semana de llegar al poder,
y no hubiera estado mareando y amagando con no subirlo nunca, sabiendo que tenía
que hacerlo, no hubiera perdido la credibilidad que se le ha escapado esta semana
pasada, y el ciudadano ya hubiese asimilado el efecto. El no controlar los tiempos
puede ser peor que el no controlar los tipos.
Por cierto, hoy se cumplen ocho siglos de la batalla de las
Navas de Tolosa, alguien se acordará?
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