Para no acabar la semana con el amargo regusto que volvió
ayer a dejar el mundo financiero, con
un ibex hundido, una prima voladora y un descontrol europeo incesante,
quiero hoy referirme a algunos aspectos relacionados colateralmente con el
descubrimiento del bosón de Higgs, pero no fijándome en el plano de la física
teórica, donde tanto hay par analizar y tan pronto me encuentro sin capacidad
para diseccionado, sino en ciertos aspectos económicos y sociales que me
parecen de enorme relevancia, y más en estos tiempos de zozobra en los que nos
encontramos. Creo que todo lo relacionado con el bosón puede servirnos de
ejemplo virtuoso.
Habrá quien diga que esta ciencia, y en conjunto la
investigación pura, es cara, costosa y que no sirve salvo para entretener a un
grupo de chalados. Se estima que el coste del LHC, el acelerador, que integra
la construcción del mismo y el dotarlo de la tecnología necesaria para su
funcionamiento, ha estado en torno a los 6.000 millones de euros, cifra muy
elevada, sin duda, pero que no es sino un tercio de lo que vamos a aportar para
el rescate de Bankia. Sí, en la torre Kio que veo desde el otro ala de mi
trabajo se ha dilapidado dinero suficiente como para construir no uno nidos,
sino tres aceleradores tan gigantescos como el de Ginebra. Visto desde esa
perspectiva no es caro. Sobre el retorno de la inversión, hay un problema en el
mundo de la ciencia básica, y es que los retornos son lentos, tardíos y, muchas
veces, inesperados. Requieren un tiempo de maduración incompatible con la
histérica prisa que nos impone la vida económica actual, que se desvive por
cuánto ganará el ibex en un día o, a lo sumo, los resultados trimestrales de
una compañía consolidada. Seamos sinceros. Sólo mediante la investigación
científica se logra el conocimiento que, aplicado a la vida diaria, genera eso
que está tan en boca de todos, la ID+i, que es la aplicación tecnológica de
esos descubrimientos. Si no investigamos en ciencia básica se nos cae uno de
los eslabones de la cadena que acaba en un producto novedoso, rentable y de
sustanciosas ganancias. Ahora que estamos en época de necesarios recortes, no
tiene sentido aplicar una reducción lineal de los presupuestos para lograr el
ansiado déficit del 5,3% (tranquilos, no se podrá cumplir) y el reducir el
presupuesto de la ciencia y la I+D+i es la mejor forma, aunque no se vea a
corto plazo, de cerrar una de las más importantes vías de salida de esta
crisis. Así que grábenselo en la cabeza, invertir en ciencia no sólo es bueno y
necesario, sino que acaba siendo rentable, más tarde que haciéndolo en
ladrillo, sí, pero de una manera aún más sólida. ¡¡¡Sin ciencia
no hay futuro!!!. Otra de las lecciones a aprender del proyecto es que se
trata de unos de los más importantes del mundo en lo que hace a cooperación
internacional. El dispositivo y el equipamiento del CERN está en Ginebra, pero
equipos de científicos de todo el mundo ha trabajado años, muchos años, en
cooperación, para poder alcanzar el resultado que conocimos ayer. Esto no es
nuevo, sino que es algo que en el campo de la investigación científica se lleva
haciendo desde hace muchos años, dada la cada vez mayor complejidad de los
estudios que se llevan a acabo y a que la genialidad humana está repartida por
todo el mundo sin distinción. Hay egos, rencillas, envidias y celos, como en
todas partes, pero el bosón es el fruto de uno de los mayores trabajos en
equipo que jamás se hayan desarrollado. El que se haya centralizado en una
Europa, continente creado por amalgama de naciones que amenaza con
disgregación, es una ironía que nos vuelve a enseñar que, ante retos que
superan a los individuos, sean estos personas, entidades o naciones, sólo la
cooperación y el trabajo conjunto y coordinado podrá ayudar a superarlos. Las
disensiones, enfrentamientos y rencillas sólo llevan al fracaso.
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