Definió Felipe Gonzalez como
amarga victoria aquel resultado de Aznar en 1996 que apenas le permitía sacar
la cabeza para decir que había ganado las elecciones, pero que le permitió
formar el primero de sus gobiernos. Pero para amargor el que se debe sentir
ahora en la sede de Ciudadanos, y en el ánimo de muchos, entre ellos el que
esto les escribe, tras contemplar los resultados de las elecciones catalanas de
ayer, que son una mezcla de números y vaivenes que se traducen, de manera
apresurada, en que el problema sigue ahí, y sigue siendo enorme. Pueden
consultar los resultados oficiales del escrutinio, para nada hackeado, en esta
web.
Si queremos fijarnos en las
buenas noticias, las hay. Por primera vez un partido constitucionalista gana
con claridad unas elecciones en Cataluña. Ciudadanos logra unos resultados
excelentes, gloriosos, toca los 1.100.000 votos y se lleva 37 escaños, en lo
que es un triunfo sin discusión. La otra buena noticia es la proporción de
votos entre independentistas y no, que ofrece un saldo claro. De los 4,3
millones de votos emitidos, en lo que hace una participación extraordinaria del
81,9% los constitucionalistas ganan en votos con 2,3 millones frente a 2 millones,
por lo que sin poseer una mayoría muy holgada, el electorado catalán manifiesta
claramente su rechazo al independentismo. Hay se acaban las buenas noticias.
Las mañas son amplias, empezando por esa cifra de dos millones de votos
independentistas, que son un montón, y que muestran una resistencia rocosa, a
pesar de empezarse a ver las consecuencias económicas y sociales de los
disparates efectuados durante este simulacro de gobierno que se ha vivido los
últimos años en Cataluña. En escaños los independentistas podrán gobernar
porque alcanzan la mayoría absoluta en la cámara, sumando a ERC, JPC y CUP. El
partido de Puigdemont, el personaje, se convierte en el líder del
independentismo y propina a Esquerra una derrota entre sus huestes que a buen
seguro dolerá mucho a los de Junqueras, que se veían como ganadores de las
elecciones en su conjunto y, desde luego, del ala soberanista. Es de esperar
que esa mayoría nacionalista en el parlamento lea con detalle los resultados
electorales y compruebe que su fuerza en escaños no lo es en votos, y por tanto
actúe de manera más razonable que hasta ahora, pero esperar es una cosa y
confiar es otra. Y yo ya no me fío, por lo que es probable que veamos una
segunda versión de lo que hemos vivido a lo largo de 2017, todo ello aderezado
con problemas judiciales y legales de fondo, que lo van a enturbiar todo aún
más. El resto de resultados, ya hemos visto que también un poco los de
Esquerra, se miden en función de la dimensión del fracaso cosechado. Relativo
pero serio en el PSC, que aspiraba a mucho y saca unos resultados muy parecidos
a los de 2015, mostrando a Iceta como un candidato muy querido por muchos pero
votado por pocos. Como bien puso ayer uno en un tuit, el “Icetatón” medicamento
del PSC, ha resultado ser homeopático. Los comunes podemos etc se han dado un
porrrazo serio, perdiendo tres diputados y sacando unos resultados nefastos en
la Barcelona que gobierna Colau, la emperadora de la ambigüedad. Este es el
fruto de su política filoindependentista y que, sin duda, pone en la picota el
liderazgo del líder supremo Iglesias en el Podemos nacional, que ve cómo se
deshacen sus expectativas electorales. La CUP pierde seis escaños, pero sus
cuatro resultan determinantes, y el PP… bueno, el PP desaparece en Cataluña. Su
fracaso es total, absoluto. Y deja su papel nacional y a Rajoy sumido en una
crisis que puede afectarle muy seriamente. El grupo mixto que van a formar PP y
CUP puede dar tardes de gloria.
Lo más trascendente, y grave, es
que tras el convulso año 2017 que hemos vivido, y tras la intentona de golpe de
estado llevada a cabo por los soberanistas, sus millones de votos no se mueven,
y la dimensión del problema permanece, por lo que la inestabilidad se prolonga
sine die. Con este panorama ninguna empresa va a volver a una Cataluña sumida
en el marasmo, el Ibex no va a poder recuperar su desfase con el resto de
mercados europeos y las perspectivas para 2018 son, en este asunto, sombrías.
La esperanza sigue llamándose Ciudadanos, y desde ayer es más real, pero el
problema del independentismo ha venido para quedarse durante muchos muchos
muchos años. A ver cómo somos capaces de gestionarlo.
Subo a Elorrio a pasar la Navidad
y fin de año. Si no pasa nada raro, la próxima entrada del blog será el jueves
4 de enero de 2018. Pásenlo muy bien, disfruten con los suyos, cuidado en la
carretera, y muy feliz año nuevo.