Hoy Consejo de Ministros aprobará
el proyecto de presupuestos de 2017, y es previsible que a principios de la
semana que viene sea remitido a las Cortes para su tramitación. Este proceso,
en caso de resultar positivo para el proyecto, duraría unos tres meses, por lo
que si el gobierno logra los apoyos necesarios las cuentas podrían estar
aprobadas para mediados finales de junio, y entrar entonces en vigor. En
algunos casos, generarían efectos desde entonces, pero en otros, como la
anunciada subida del 1% del sueldo de los empleados públicos, de manera
retroactiva desde el pasado 1 de enero, lo que daría lugar a una paga
extraordinaria de atrasos debidos, por llamarla de alguna manera.
Este presupuesto es, sobre todo,
fruto del pacto del PP con Ciudadanos. Rivera se esfuerza una y otra vez en
dejar claro hasta qué punto han influido a la hora de dotar de tres
características al proyecto: Contenido social, mediante partidas destinadas a
la dependencia y el gasto asistencial; fomento del emprendimiento y la
economía, con la extensión de la tarifa plana de la Seguridad Social a los
emprendedores y autónomos como principal estandarte; y por último, la no subida
de impuestos, siendo en este caso los primeros presupuestos en bastante tiempo
que no contemplan aumentos de tipos ni figuras impositivas nuevas, pese a
algunos anuncios hechos en meses pasados al respecto (impuesto a las bebidas
azucaradas, medioambientales ligados a los vehículos diésel, etc). Lo cierto es
que el contenido real de las cuentas y su desglose lo conoceremos a partir de
hoy, y habrá que leer a los analistas que los desguacen para saber realmente
cuáles son las características fundamentales de los mismos. Me atrevo a señalar
algunas de ellas que, a buen seguro, figurarán en el texto, quizás de manera
muy clara, puede que de forma más o menos oculta. La más fácil de adivinar es
la nueva y masiva oferta de empleo público pactada con los sindicatos para
convertir muchos de los empleos eventuales de la administración en indefinidos,
oferta que afecta principalmente a los departamentos de educación, sanidad y
justicia. Y luego supongo que habrá tres partidas de inversiones que
sobrepasarán a todas las demás. Una destinada al, llamémoslo así, Plan
Cataluña, que dote de contenido a las promesas de infraestructuras que realizó
Rajoy el martes ante el empresariado y otros colectivos sociales en Barcelona. Es
fundamental que ese programa, centrado en Cercanías y el corredor mediterráneo,
obras necesarias más allá de su oportunidad política, se empiece a concretar en
cifras, años de programación y realidades contantes y sonantes. Los otros dos
programas de inversión casi seguros serán el completo alicatado del País Vasco
y Canarias, porque bien sabemos todos que los votos del PNV y Coalición Canaria
son necesarios para alcanzar 175 escaños en el Congreso y, así, rechazar las enmiendas
a la totalidad, pero también se sabe que el voto del Diputado socialista
canario Pedro Quevedo, que daría la mayoría absoluta de 176 y lograr la aprobación,
va a costar muchos millones. Ni el señor Cayo en la novela de Delibes se vio
ante tal disputa como la que Quevedo observa desde su sillón, viendo volar
millones y millones hacia unas Canarias que ni acertando varios gordos de
Navidad serían capaces de recoger tanto dinero. Estas partidas de gasto, seguro
e incrementado, deberán conciliarse con una tendencia a la reducción del déficit
público, que cerró el año pasado en el disparatado 4,3%, recordemos que con la
economía creciendo a más del 3%. ¿Cómo logrará reducir el déficit el gobierno
sin subir impuestos y gastando más para conseguir apoyos? Esta es una de las
preguntas clave del proyecto que hoy se presenta.
Su finalmente los presupuestos se
aprueban, y la lógica parece indicar que así será, se abriría una ventana de
tranquilidad política de al menos un par de años, con la única duda abierta de Cataluña,
dado que 2017 estaría encarrilado con el presupuesto y 2018, si las cosas van
mal, se puede aguantar con la prórroga de este nuevo proyecto que hoy
conoceremos. Si la economía se mantiene estos años creciendo por encima del 2%,
y es lógico pensar que así sea, salvo desastre proveniente sobre todo del
exterior (qué miedo me da Le Pen) Rajoy puede estar más que relajado en la
Moncloa hasta dentro de un par de veranos cuando, a la velocidad a la que va
esto, nuestro país y mundo puedan ser muy distintos a los que ahora tenemos y,
creemos, qué ingenuos somos, conocer.