viernes, marzo 10, 2017

¿Peligra el pacto Ciudadanos PP?

En esta semana la actualidad política se ha calentado mucho. Con el runrún del caso tres por ciento de fondo, que ya vemos que era aún más mordida que la que expresa esa cifra, las relaciones entre el PP y Ciudadanos se han agriado más de lo que cabría esperar a estas alturas de legislatura. El detonante ha sido Murcia, la imputación del presidente regional, el incumplimiento de la palabra dada por dicha autoridad y la decisión del partido de Rivera de romper la alianza regional, con un ultimátum al PP para que, o escoge un nuevo candidato a presidencia, o apoyará una moción de censura junto con el PSOE, y el apoyo de Podemos, para convocar nuevas elecciones regionales.

Este clima local de desencuentro se ha trasladado al Parlamento nacional, donde el acuerdo PP Ciudadanos garantiza 170 escaños, que son muchos, pero no mayoría absoluta, y ha generado un cruce mutuo de acusaciones incumplimiento de pactos y un lanzamiento a la cara de comisiones de investigación sobre las corruptelas propias y ajenas que, la verdad, ha resultado bastante patético. Parece obvio que el PP no se ha hecho a la idea de que ya no tiene mayoría absoluta, de que depende del voto de otros para sacar sus iniciativas y ocultar sus trapos sucios. Las declaraciones que cada día realiza Rafael Hernando, portavoz popular en el Congreso, enmiendan, con su tono y forma, cualquier llamada al diálogo que surge, también cada día, de muchos de los altos cargos y ministros del gobierno. En este reparto del “poli bueno poli malo” a Hernando le ha tocado ser el jefe de los “muy malos” y es él el que se reúne con mayor frecuencia con Ciudadanos. El partido de Rivera, por su parte, se encuentra en una posición complicada. Su coherencia, que la ha demostrado en el caso murciano, cojea por su escaso peso electoral. Por así decirlo, es una muleta corta, que se sabe necesaria pero no imprescindible. Sus resultados electorales, buenos, se quedaron en el camino hacia lo excelente, y les ha colocado en una posición incómoda que les permite poco lucimiento. Además, Rivera tiene la estabilidad del gobierno como una de sus metas, y sabe que cuanto más pese ese criterio en sus decisiones menos relevancia aún obtendrán sus propios escaños. Atrapado entre la necesidad y la virtud, Rivera se ve en un brete bastante desagradable. Además hay otros dos factores que le hacen la vida más complicada si cabe. Uno es el caso que sigue existiendo a su izquierda, con un Podemos subido al monte de Iglesias y Montero, con el que casi nada podrá hablar, y menos pactar, y un PSOE en estado comatoso, cuyo liderazgo sigue en disputa y sin que nadie se atreva a hacer vaticinios certeros al respecto. Ahora mismo las relaciones parlamentarias de Ciudadanos con el PSOE son bastante buenas, pero una hipotética victoria de Sánchez en las primarias puede hacer que esas ententes cordiales se desvanezcan. El otro problema añadido es el del llamado “botón nuclear” que es la forma rimbombante con la muchos analistas denominan a la opción que tiene Rajoy de convocar elecciones cuando le plazca, para aumentar la dimensión de su grupo electoral a costa de las crisis y debates internos que viven los demás. Una y otra vez ha reiterado el Presidente del Gobierno que quiere acabar la legislatura, que le parece un disparate volver a las urnas tras el caótico año 2016, y su fama de previsible hace que esta voluntad pueda ser realmente la que se esconde en sus deseos, pero no son pocas las voces de su entorno (sobre todo el mediático) que de vez en cuando sueltan la posibilidad de esa convocatoria, que dejan caer la opción, como amenaza velada.


Es obvio que un destrozo, y no digamos ruptura, del acuerdo PP Ciudadanos nos acercaría mucho a esa convocatoria electoral, pero mi sospecha es que, ante esa disyuntiva, Rivera cedería para evitar el daño de la disolución, campaña y pérdida de tiempo asociada. Lo que puede ser determinante para que haya elecciones anticipadas, o las aleje del todo, es la negociación presupuestaria con el PNV, y sus frutos. Si finalmente hay acuerdo y se aprueban unos presupuestos para 2017, o incluso, prorrogados estos, para 2018, no habrá adelanto electoral. Si ese “pacto del tractor” no se cierra, la tentación para disolver las cámaras por parte de Rajoy será muy alta y, amparado en la ausencia de cuentas públicas, con muchos argumentos. Toca esperar y ver.

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