A principios de año eran varias
las fechas marcadas en rojo muy intenso en las que se podía poner el lema de “nos
jugamos el futuro de Europa” y conformaban juntas una especie de rosario de
misterios dolorosos, de estaciones de penitencia, ahora que estamos en Semana
Santa, en las que la UE iba a sufrir, no estaba claro si mucho o muchísimo.
Como todo llega, de camino al calvario que pueden ser las elecciones francesas
de dentro de un mes, y con la vista puesta en el otoño electoral germano,
llegan hoy las elecciones en Holanda, un pequeño país del núcleo duro de la UE,
de sus fundadores, que nos puede deparar un susto serio.
Las
encuestas, a las que hay que dar poca credibilidad visto lo visto, y que aquí
son analizadas con el detalle y profesionalidad habitual de Kiko Llaneras,
muestran como el apoyo al xenófobo Wilders se ha ido debilitando a lo largo de
los últimos días. Pese a ello, es posible que sea el ganador de unos comicios
que, en todo caso, dejarán un parlamento muy fragmentado, hasta el absurdo si
lo vemos desde nuestra experiencia. Con un total de ciento cuarenta escaños, se
considera en los sondeos ganador a aquella formación que alcanza los
veinticinco o poco más, por lo que, de darse un resultado así, no es que fuera
necesaria la creación de una alianza electoral, no, sino la constitución de un
acuerdo al estilo “pentapartito” italiano para dar algo de solidez al gobierno.
Esta fragmentación y necesidad de acuerdos es la que, grabada a fuego en nuestra
cabeza, elimina casi por completo la posibilidad de que Wilders sea quien pueda
encabezar un gobierno, o que su formación sea determinante para condicionar las
políticas del país, pero lo que nos han enseñado las elecciones habidas a lo
largo de 2016 es que debemos ir quitándonos de encima expresiones como “grabada
a fuego” porque puede pasar cualquier cosa. Uno de los errores que cometieron
los sondeos en 2016 fue precisamente el de minusvalorar el voto protesta, el
voto pataleta, que tan bien han encauzado las formaciones extremistas. ¿Tiene
Wilders una masa de voto oculto que no aparece en las encuestas? ¿Alcanzará
resultados mejores de lo esperado y será capaz de condicionar el gobierno y sus
decisiones? A estas horas de la mañana nadie es capaz de asegurar nada a este
respecto. Lo único cierto, y lo que es más grave de todo este asunto, es que
Wilders va a cosechar muchos votos, muchísimos, a base de un discurso
antieuropeo, xenófobo, islamófobo y lo_que_sea_ófobo que se les ocurra, cargando
las tintas en una ideología nacionalista, reaccionaria y turbia que produce
mucho miedo. Y como en el caso de Trump y otras figuras por el estilo, lo más
grave no es su existencia, sino la masa de votos que han conseguido y lo que arrastran
detrás de sí. Holanda ha sido siempre un país muy moderno, abierto al exterior,
tanto por deseo propio como forzado por una geografía dura donde las haya, en
la que cada metro cuadrado de tierra del país es fruto de una lucha contra el
mar. El discurso proteccionista en Holanda es tan absurdo como poner un cartel
de “bajo en calorías” a la entrada de una plantación de caña de azúcar. Su
economía es sólida, competitiva y moderna, las estadísticas del país en tasas
de paro, inflación, inversión en I+D+i, compromiso social y educación son
envidiables. En muchos aspectos Holanda es un país a imitar (en otros no, nadie
ni nada es perfecto) y en la gestión de los asuntos públicos y la economía nos
puede dar bastantes lecciones. Entonces, ¿de dónde surge el votante de Wilders?
¿dónde ve la amenaza existencial a su modo de vida? ¿en los pocos inmigrantes
musulmanes que viven en aquel país?. Si los movimientos de voto protesta son dignos
de estudio, el caso holandés roza el de fenómeno paranormal.
Dos últimos aspectos que no puedo
evitar mencionar. Uno es la posible influencia de la crisis que el país vive
ahora mismo con Turquía, y el cruce de mensajes insultantes entre Erdogan y
Wilders, dos personajes que tanto se parecen… ¿a quién le beneficiara? ¿al
extremista o al moderado gobierno liberal? (a Erdogan, por supuesto, le viene
muy bien). El otro asunto, que no es para tomárselo a risa, es que el
recuento y todo el proceso electoral serán manuales, sin la presencia de
tecnologías informáticas, para evitar la actuación de hackers rusos o de
cualquier otra procedencia. Los votos serán contados a mano para mayor
seguridad, lo que probablemente retrasará el resultado. Crucen los dedos, que
Wilders no gane y que, como ha sido desde hace años, Holanda forme parte de la solución
europea
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