lunes, marzo 27, 2017

60 años de la UE. ¡Viva Europa!

Este sábado se cumplió el sesenta aniversario de la firma del tratado de Roma, que dio lugar a la creación de la entonces llamada Comunidad Económica Europea, un pacto de seis países (Alemania Federal, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) germen de la actual Unión Europea. Por tal motivo se han organizado a lo largo del fin de semana una serie de actos conmemorativos en Roma que, por los escenarios escogidos, parecían una recreación de “La gran belleza” de Paolo Sorrentino, con personajes igualmente veteranos deambulando entre la grandeza de estancias y ruinas romanas, que poseen un empaque insuperable.

Llega la UE a una edad respetable, llena de achaques, crisis, dolores, problemas y broncas. Se ha puesto de moda echarle la culpa de todo lo que pasa y, obviando lo mucho conseguido, sentirnos frustrados por lo poco logrado respecto a nuestras aspiraciones. Olvidamos que la UE es algo que no ha existido nunca antes, un “objeto político no identificado” como he leído este fin de semana, en una expresión muy afortunada. No es una federación de territorios que se constituyen en nación, como Alemania o Suiza, no ha sufrido una guerra interna para consolidar su unidad plena, como EEUU. Es otra cosa. Es una agrupación de naciones consolidadas, soberanas, plenas, que conscientemente ceden soberanía a un ente supranacional. Por eso no debemos olvidar nunca, nunca, que Europa existe como idea genérica en la cabeza de algunos europeístas, como este que les escribe, pero que la UE existe por voluntad expresa de los mandatarios y, llegado el caso, los ciudadanos de los países que la conforman. La invocación que Theresa May realizará el próximo miércoles del artículo 50 del Tratado para iniciar el proceso de salida, el Brexit, es una muestra de que la UE no es un proceso irreversible, ni mucho menos, que puede irse al garete, y que se los países que la conformamos decidimos que no nos sirve, pasará a la historia, a la de los buenos momentos, sí, pero a la historia del pasado. Ayer mismo Marine Le Pen, en un mitin de su campaña, anunciaba que su victoria supondría la muerte de la UE, cosa que no es nada descabellado. Lo grave de esas declaraciones no es tanto su expresión, sino que fueron aplaudidas con rabia por parte de un auditorio que las comparte y hace suyas. Este es el principal problema actual de la UE, que varias naciones, con sus dirigentes al frente, la ven como un estorbo más que como una oportunidad. La regresión de los valores europeístas que se observa en el discurso de Le Pen y otros partidos similares se expresa en las decisiones que, día a día, toman gobiernos como el polaco o el húngaro, que decididamente van en contra del proceso de integración europea. Por eso se habla de soluciones a varias velocidades, de que los países que deseen avancen sin contar con el resto, de alternativas para cohesionar políticas entre los que quieran e impedir que minorías de bloqueo o unanimidades imposibles hagan embarrancar el proyecto. Son parches, alternativas, para tratar de salir del atasco en el que ahora mismo se encuentra una Unión que representa, en su gasto, poco más del 1% del presupuesto de los países que la conforman, pero a la que exigimos que sea la solución de todo. Una Unión que, demasiadas veces, es culpada por los políticos nacionales de todo signo de ser la responsable, por acción u omisión, de los problemas de nuestra vida, problemas de todo tipo frente a los cuales “Bruselas” se convierte en el ogro al que echar la culpa, una especie de versión supranacional de ese “Madrid” que tan rentable resulta usar en España.


Somos pocos los que defendemos a la UE, a veces muy ruidosos, pero pocos. Defenderla no significa amparar sus errores y fallos, que los tiene, y serios. Eso sería engañar, pero no es menos cierto que estos sesenta años de Europa unida han sido, quizás, los mejores de los dos últimos milenios, y negarlo sería absurdo. No podemos vivir en la complacencia, pero tampoco en la ilusión de que la magia de invocar a Europa nos resolverá todos nuestros problemas. Ayer leía también que, sobre el conjunto del planeta, somos el 7% de la población, el 25% del PIB y el 50% del gasto social. Esa es nuestra dimensión y responsabilidad. Larga vida a la Unión Europea y, aunque no esté de moda… ¡¡¡Viva Europa!!!

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