Me enamoré perdidamente de
Ninette, el genial personaje creado por Miguel Mihura, en la encarnación que
para la tele hizo Victoria Vera en los ochenta. Francesa, pelirroja, alegre,
desinhibida, moderna, Ninette era el paraíso. Hija de unos exiliados de la
guerra civil española de origen asturiano que viven en París, se convierte en
el sueño hecho realidad de un señor de Murcia, genial Jesús puente, que va a
visitar a su paisano que también reside en la capital francesa, con la planta y
voz de Alfredo Landa, que cuenta maravillas de su vida en Europa, pese a que el
día a día de su existencia no sea nada más que tristeza, excepto cuando ve a la
luz, encarnada en Ninette.
La política, que no es tan
agradecida como los textos del gran Mihura, escribe estos días un sainete
murciano en el que hay poco de Ninette y bastante de tristeza, con un toque de
enredo muy propio de la tierra. Hace poco venció el plazo que Ciudadanos dio al
PP para que propusiera un candidato nuevo que supliera a Pedro Antonio Sánchez,
actual presidente del gobierno regional, e investigado en el caso relacionado
con la obra del auditorio de Puerto Lumbreras, municipio del que fue alcalde
con anterioridad. Ciudadanos dijo que si Sánchez no se iba apoyaría una moción
de censura de la oposición, sumando sus votos a PSOE y Podemos, para desbancar
al PP del gobierno y convocar nuevas elecciones. El plazo, cumplido, llega con
el PP fijo en su postura y candidato, y el PSOE y Podemos reclamando el voto de
ciudadanos ante una moción ya presentada en las cortes, pero que no ven ambos
partidos como una vía para convocar elecciones, sino como una forma de quitar
el gobierno al PP y lograr el control de la comunidad. En su afán por la transparencia
y la dignidad Ciudadanos se ha colocado en la peor de las opciones posibles. Si
apoya con sus votos esa moción de censura permitirá un gobierno PSOE Podemos y
si no lo hace permitirá que el PP siga gobernando con el imputado Sánchez al
frente. Un dilema de los gordos en el que no hay opciones buenas para la
formación de Rivera, en el que haga lo que haga será vapuleado por unos y por
otros, por las respectivas voces mediáticas de cada grupo y por la sociedad en
su conjunto. Ello ha provocado también disensiones entre los naranjas, entre la
dirección central del partido, partidaria de no sumarse a la moción dado que no
se convocarán elecciones, y los representantes regionales, que no descartan
nada, a sabiendas de que serán los primeros y principales perjudicados de la
decisión que tomen, en un sentido o en otro. Este caso también está provocando
desgarros en el PP, aunque sean livianos, dada la profesionalidad de este
partido a la hora de amarrar el poder cuando lo posee y ocultar la corrupción
cuando amenaza. Pocos días han pasado desde que Alberto Garre, expresidente
murciano, que ocupó ese cargo apenas un par de años desde la marcha de Ramón
Luís Valcárcel hasta la llegada de Sánchez, presentara una carta en la que
abandonaba la formación popular, y expresaba su queja y decepción por cómo el
PP ha gestionado los casos de corrupción, o más bien por cómo no los ha
gestionado. Garre en su texto menciona directamente a Rajoy, a su táctica de
dejar pasar, de ponerse de lado ante los corruptos, de consentirlo, y se
declara no tanto indignado como decepcionado. Su
escrito es una llamada de atención ante los comportamientos corruptos que
persisten en la política, en todas las regiones, y que se ven alimentados
por el dinero negro de la financiación de los partidos, algo a lo que nadie
quiere meter mano.
Ante este panorama, ¿qué es lo
que va a pasar en Murcia? Ni idea. En principio la moción de censura se debate
en el parlamento regional la semana que viene y, salvo sorpresa en el
procedimiento judicial que se sigue contra Sánchez, no tendremos nuevas piezas
de juego sobre la mesa de las que conocemos ahora mismo. Si Ciudadanos mantiene
su postura oficial es muy probable que no secunde la moción, pero quizá opte
por una posición de libertad de voto, para tratar de no mojarse en exceso. Lo
que parece seguro es que nada sucederá a la altura de lo que, seguro, sería
capaz de escribir Mihura con estos mimbres. Lean su obra y, consejo, revisen
esa serie televisiva, echa con todo el gusto, gracia y talento posible.
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