Todos los días vemos noticias
sobre el turismo en este, el año de la total invasión. Las cifras de
pernoctaciones, entradas por aeropuertos, ingresos por divisas, se baten sin
freno alguno. No hay estadística que no se vea superada por una realidad
asombrosa que empuja la economía con mucha mayor fuerza de la prevista y crea
empleo, temporal y estacional, pero lo crea, reventando las
subidas de la EPA, que ha marcado su propio récord positivo en el segundo
trimestre del año. Empieza a haber zonas saturadas, pero son tantos los que
llegan que se desparraman por todo el país, e incluso se asoman a zonas donde
el visitante es visto como algo exótico.
Y es ese el caso de Elorrio. El
turismo en el País Vasco no deja de crecer desde que ETA desapareció, lo que
permitió que muchos que querían venir a visitarlo se atrevieran. La costa y las
capitales han sido los destinos más frecuentes, pero siempre con unas cifras
modestas, ridículas si se compara su impacto en el PIB con el de las
comunidades mediterráneas, pero existentes. La geografía, la naturaleza, la
gastronomía y, también, el tiempo irregular y no caluroso han sido los
atractivos que se han explotado para atraer al visitante. Así iba la cosa hasta
hace dos o tres años, cuando se empezó a notar un repunte que sorprendió a
muchos. Primero fueron las capitales, que vieron como sus hoteles se llenaban,
con visitas de uno o dos días, nada de largas estancias, pero sí las
suficientes como para hablar de un boom turístico, y luego el resto del
territorio. Hace no muchos años, en Elorrio, el hotel, sito en San Agustín, el
barrio en el que se encuentra la central de Eroski, vivía principalmente de
bodas en temporada y los clientes del grupo empresarial de Mondragón, y al
llegar el verano y las vacaciones, prácticamente cerraba, colgaba un cartel con
el restringido horario de la cafetería y el servicio de habitaciones se acababa
hasta la vuelta de septiembre. Eso ya no es así. Creo que fue hace dos veranos
cuando el hotel decidió no cerrar en agosto, dado que empezaban a merodear
algunos turistas, tímidos, pero visibles. Quizás ese ejercicio perdió dinero en
el mes, porque no parecía haber suficiente gente como para mantener el negocio,
pero aguantó. El año pasado la situación fue similar, con algún visitante más
si me apuran, pero no muchos. Este año, el de la invasión, las cosas han
cambiado notablemente. A lo largo de esta semana, en la que he pasado bastante
por allí dando paseos y tomando cafés, en mis vacaciones estilo jubilado, el número
de turistas era elevado, mucho, y las perspectivas para agosto eran excelentes.
No es sólo que el hotel va a estar abierto todo el mes, sino que a día de hoy
las reservas son tan altas que pocas son las habitaciones que quedan
disponibles. Esta semana alguno de los foráneos alojados aún lo eran por motivo
laboral, tanto por Eroski como por otras empresas de la zona, pero a partir de
esta semana la inmensa mayoría de los que allí van a pernoctar lo harán por
ocio, por visitar un pueblo del interior de Bizkaia o para usarlo como
campamento base de cara a realizar excursiones por los alrededores. Para los
que somos de allí el cambio es sorprendente, increíble si nos lo hubieran
anunciado hace no muchos años, en los que ver a un turista por Elorrio era tan
poco habitual como encontrar a alguien moderado al lado de Trump. Hoy no sólo
se alojan en el hotel, sino que pasean por las calles del pueblo, fotografían
la iglesia, palacios y otros monumentos, y se toman algo en las terrazas que,
como es normal en verano, crecen por las aceras, con un ojo puesto en el
bolsillo del cliente y con otro, es el norte, en el cielo, siempre cambiante y
por momentos amenazador.
Este cambio es una excelente
noticia, a la que no hay “peros” que ponerle. Quizás en otras partes del país
el turismo empieza a generar problemas por exceso, pero en el norte, y más
concretamente en el País Vasco, la capacidad de alojamiento y presencia turística
está aún muy por debajo de cualquier punto de saturación. Y económicamente es
genial que venga gente de vista, se deje sus euros y contribuya a difundir por
sus lugares de origen las ventajas y virtudes de un lugar que escogieron para
descansar y que les satisfizo. Eso es lo más valioso del turismo, es lo que ha
permitido a España generar una enorme industria que aporta entorno al 11% del
PIB y que puede hacer que Elorrio, pueblo bonito donde los haya, no viva sólo
de los talleres y fábricas.